United States or Belize ? Vote for the TOP Country of the Week !


Eran las tres de la mañana, la luna en menguante ya, iluminaba los techos de la ciudad dormida, la calle estaba solitaria, los faroles de gas, con su luz roja, titilaban, formando desde la esquina del club hasta el Retiro una senda que parecía alumbrada por candilejas.

Bonis, junto al lecho de Emma dormida, adoró, como un chino, la santidad religiosa de los manes paternos. ¡Oh, qué claramente lo veía ahora; cómo tomaban un sentido hechos y hechos de la vida de su padre que a él le habían parecido insignificantes!

Nutridos por la savia de una tierra dormida durante miles de años, y refrescados incesantemente por el agua que corría á sus pies, realizaban en el corto plazo de varias semanas prodigiosos estiramientos.

Tendió su mano al joven; éste tuvo un momento de sorpresa o de vacilación; luego tendió la suya y Delaberge la estrechó con ademán amistoso. Después continuaron su camino hablando tranquilamente de la repoblación de los montes y no se separaron sino en la misma cocina del Sol de Oro, donde una criada les estaba aguardando medio dormida.

Doña Laura dio varias cabezadas, y entre dormida y despierta, exclamó con ira: «Siempre mirándote al espejo». «Mujer dijo, riendo D. José sin dejar su obra . Si no me miro al espejo, si estoy cosiendo...». Las niñas sonreían. Algo azarada D.ª Laura despertaba del todo, y decía: «No, no estaba dormida. Yo lo que me digo».

Miércoles y domingos, dormida la siesta, acudían a su palacio los varones más linajudos y doctos de la ciudad. La charla de aquella reunión acabó por convertirse en un verdadero gobierno; los mismos regidores iban a consultar allí sus dictámenes. Era un éxito imprevisto. Sin embargo, el señor de la Hoz estaba muy lejos de haberlo codiciado.

Luego la sujetó con cuidado, y sentándose en una butaquita que había al lado de la cama, se puso a contemplar con fijeza a la bella dormida. Porque era bella en efecto y en grado excelso.

Pero Laura apartó rápidamente la mirada, sonrió con su dulzura habitual, y abrazando la almohada, acomodó en ella su cara dolorida. Adriana ya no pudo interrogarla. A poco se quedó dormida. La pantalla verde, muy caída sobre la lámpara, en el velador, ponía grandes penumbras en el resto de la habitación. Detrás de Adriana estaba Carmen, que había entrado silenciosamente.

Esta ciudad, ahora dormida, nos dijimos, ¡qué de veces no ha dispertado llena de sobresalto al grito de la rebelion y al rumor de los combates! Estalló un dia una guerra encarnizada entre César y Pompeyo.

Allí me encontraba dormida con frecuencia a eso del mediodía, y no era cosa fácil sacarme del nicho, pues Nerón, que por lo demás era un perro tan bueno y tan cariñoso, enseñaba los dientes a cualquiera que franqueaba el círculo que su cadena le permitía recorrer, aun cuando éste fuera su amo. Mi cariño se extendía hasta las plantas.