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Estas reflexiones debía hacerse el pobre viejo delante de aquella cuna que en cuatro meses había hastiado a la madre, ebria por los placeres del mundo, sedienta de lujo y de amantes. Al ver a su hijita dormida, el buen viejo debía meditar con tristeza en su porvenir. ¡El no la alcanzaría mujer tal vez!

Mi madre parecía dormida; su tez estaba coloreada y su respiración era rápida. Yo temí despertarla si la besaba, y me contenté con poner mis labios sobre un extremo de su vestido. Después, me hicieron entrar en la habitación del conserje, que permitió que durmiese con sus hijos; pero yo no pude dormir a causa de mi disgusto y de los ruidos que oía.

De noche doña Andrea, que como a la menor de sus hijas la tuvo siempre en su lecho, no bien la veía dormida, la descubría para verla mejor; le apartaba los cabellos de la frente y se los alzaba por detrás para mirarle el cuello, le tomaba las manos, como podía tomar dos tórtolas, y se las besaba cuidadosamente; le acariciaba los pies, y se los cubría a lentos besos.

Volvió á orar con todo fervor, se encomendó á Dios de todo corazón y de nuevo quedó dormida. Al despertar penetraba ya la luz por la chimenea. De nuevo sintió una sed abrasadora y otra vez volvió á calmarla con el agua sucia que manaba de las paredes. Miró por el agujero y vió el puntito de cielo. Esta vista infundió en su pecho un ansia loca de vivir.

Se quedó dormida con un brazo caído fuera del embozo, despechugada y el pelo revuelto en primoroso desorden sobre la almohada, como madeja que hubiesen enmarañado ángeles. Capítulo XIV Del cual se colige la vulgarísima verdad de que el hombre es un animalucho que desprecia lo que posee y torna a desearlo cuando le parece ajeno

En su extrema sorpresa Silas se dejó caer de rodillas y agachó profundamente la cabeza para examinar la maravilla: era una criatura dormida, una linda criatura regordeta, con la cabeza toda cubierta de rizos rubios y sedosos. ¿Era posible que fuera su hermanita que le volviera en su sueño, su hermanita que él había llevado en brazos durante un año, antes de que muriera, cuando él mismo sólo era un niño sin medias ni zapatos?

La señora repiqueteó con los dedos sobre el cristal y Pampa dió un salto, despertada bruscamente por este llamamiento, que ella conocía bien. ¡Voy, niño, voy! barbotó medio dormida. Ambos puños en los ojos, entró sin darse mayor prisa. ¡Vamos! no la dejarían tranquila nunca.

Todos en un grupo, respirando el fresco de la noche, contemplando la luna que salía por la bóveda desgarrando jirones de nubes de forma caprichosa, cantaban a la vez o por turno y hablaban en voz baja, como respetando la majestad de la naturaleza dormida, con languidez del cuerpo y del alma. Don Víctor era más soñador que ninguno de los presentes.

Vio entonces a su espalda, en el mismo salón azul, una dama muy apuesta y elegante dormida en una butaca: tenía en la mano un número de un periódico de modas, caído negligentemente sobre la falda, y dábale de lleno en el rostro la tibia luz de una gran lámpara colocada en un trípode, cuyos reflejos recogía amplia pantalla de seda de suaves matices... Era Isabel Mazacán, la pérfida Mazacán, reconciliada dos meses antes con Currita y dispuesta a pelearse otras mil veces con ella en cuanto el tiempo y la ocasión se presentasen.

Y dando un grito á su dormida mujer para avisarla que se iba, emprendió el camino de la taberna. Era como un hormigueo humano la masa de gente que llenaba la plazoleta frente á casa de Copa. Allí estaban, en cuerpo de camisa, con pantalones de pana, ventruda faja negra y pañuelo á la cabeza en forma de mitra, todos los hombres del contorno.