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¿Pues, cómo he de tenerte? preguntó la mamá, riendo entre divertida e incomodada. Así dijo Carolina, y enroscándose pasó un brazo por el cuello de la señora de Galba y descansó la mejilla en su seno. De esta manera, ¿verdad? Acomodose nuevamente, acurrucose como un gatito, cerró los ojos y quedó dormida.

Entonces dudé siempre de todo cuanto existe, y dudo todavía de lo que hasta hoy persiste, de lo veraz, incluso de lo que palpo y toco. Y tanto ya he dudado, que a concebir no alcanzo si en el mar de la vida, con mi bajel avanzo como un hombre juicioso o como un hombre loco. .................................................. Media la noche. Hasta el mundo me parece que dormida.

»Desperté de pronto y la visión desapareció en el acto, volviendo a contemplar mis atónitos ojos el aposento a media luz, el blanco techo, la triste lamparilla y a mi lado el doctor, que silencioso y grave, con semblante impasible, pero con mirada terriblemente profunda, contemplaba a Magdalena dormida. » Ya ves que has hecho mal en reclamar tu turno me dijo fríamente.

Don Diego, el médico y el niño estaban de espaldas a los caballos. Si alguna vez el niño trepaba sobre sus rodillas, o si la viuda, dormida por la monotonía del movimiento, dejaba caer la cabeza sobre su hombro escuálido, jugaba con el pequeño o acariciaba los cabellos de la viuda.

Fingiéndote dormida, cual sonámbula audaz, en la alta noche, caminas abordando los abismos, y eres el albo escudo, protector de sagrados misticismos, y eres dorado broche del rosario oloroso de sampagas, emblema de virtudes femeninas, que adoran las dalagas nuestras dulces mujeres filipinas.

¡Oh! ; lo que me sucede es muy grave dijo Montiño ; desde ayer han pasado por tantas desdichas que con ellas se puede llenar un libro, y por grande que fuese no sobraría mucho. ¡Ayer era yo tan feliz! ¡Erais feliz y os confesáis malo! ¡Ah, padre! todo me venía bien y tenía dormida la conciencia. El que aduerme su conciencia puede despertar condenado.

El 13 de junio Nébel volvió a Concordia, y aunque supo desde el primer momento que Lidia estaba allí, pasó una semana sin inquietarse poco ni mucho por ella. Cuatro meses son plazo sobrado para un relámpago de pasión, y apenas si en el agua dormida de su alma, el último resplandor alcanzaba a rizar su amor propio. Sentía, , curiosidad de verla.

El viejo cayó desfallecido de nuevo y el silencio inmenso e imponente de la noche volvió a reinar con su paz profunda y aterradora. En aquella situación, el reloj del Cabildo dio las tres de la mañana y el eco sordo de la campana se difundió por la ciudad dormida.

Nada, que estoy decidido a cuidarla como si fuera mi cara mitad. No; si no es preciso que usted se moleste. Crea que me siento regular esta noche, casi bien. Anoche ¿sabe?, estaba peor. Pues me estaré hasta las doce o la una. Me pondré a leer La Correspondencia o a jugar al tute con el señor de Izquierdo. Y si la veo a usted tranquila y dormida, me retiraré. Si no, aquí me estoy de centinela.

El ensueño volvía con tenacidad sobre ella, y ni dormida ni despierta la dejaba en libertad y en sosiego.