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Y ¿quién te ha contado esta historia, Perla? preguntó la madre reconociendo una superstición muy común en aquella época. Aquella señora vieja que estaba sentada en un rincón junto á la chimenea en la casa donde estuviste velando anoche, dijo la niña. Ella me creía dormida mientras estaba hablando de eso.

Habiendo quedado solo un momento, Delaberge contempla la dormida calle sobre la cual las paredes de la vieja iglesia extienden una sombra de claustro. Y en la fría austeridad de este sitio solitario, la perspectiva de una comida oficial con los notables que habitan en esta ciudad muerta le da un escalofrío de hondo malestar.

Desprendíase de toda la persona de aquella niña dormida aroma inexplicable de pureza y frescura, un tufo de honradez que trascendía a leguas.

Sonrió a la chiquilla dormida, y añadió: ¿No le encuentra usted parecido...? ¿Con usted? ¡Con su padre!... Es todito él en el corte de la frente.... No manifestó el capellán su opinión. Mudó de asunto y continuó aquel día y los siguientes cumpliendo la obra de caridad de visitar al enfermo.

¡Que no se sienten juntos: que yo no lo vea! Y con los labios apoyados sobre el puño cerrado, quedó dormida en un sillón cerca de la ventana, sombreándole extrañamente el rostro, al agitarse movida por el aire, la cabellera negra. ¿A quién vio la mañana siguiente Lucía, sentado en el colgadizo, con Sol y con Ana? Venía con paso lento, y como si no hubiera querido venir.

En la pequeña estancia, la luz pálida alumbra al reo; fuera, la dormida ciudad con su pesado silencio de necrópolis desierta... Quedan horas no más... Ya es el instante en que todo refluye a la conciencia; en que, a través de todos los recuerdos, y todos los amores y quimeras, el alma quiere mucho más la vida, porque la muerte más y más se acerca... ¡Hora sombría en que sudó con sangre el mismo Cristo en la sagrada huerta...!

, esa misma noche en el teatro... Comprendí, al ver a su marido de opulenta fortuna, que se había precipitado en el matrimonio, como yo al Ucayali... Pero al verla otra vez, a veinte metros de , mirándome, sentí que en mi alma, dormida en paz, surgía sangrando la desolación de haberla perdido, como si no hubiera pasado un solo día de esos diez años. ¡Inés!

Y se fijó en don Pedro el catedrático, porque guardaba dormida cierta prevención contra él desde les tiempos de su noviazgo. Además, le ofendía verlo en su domicilio con cierto aire de personaje noble, cuyas virtudes servían de contraste á los pecados y olvidos del dueño de la casa.

Son tan raras las cosas que desde anteayer me suceden; está tan fuera de sus naturales caminos mi vivir desde estos días; tan singular e inaudito me parece lo que usted dijo allá... junto al pantano, que imagino si me quedaría dormida en Miranda de Ebro, y no habré despertado aún.

Y Adriana, recordando con piedad la dolorosa relación que le hiciera Carmen dos meses atrás, se representaba de nuevo a la pobre Laura dormida, su cabeza reposando en el blanco almohadón y guardando, bajo el velo del sueño, la tristeza que le había dejado la inoportuna alusión de Carmen.