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Mr. Alejandro Laborde en su itinerario descriptivo de España no tampoco sino noticias generales alabando la cantidad, variedad y belleza de la pintura, dorado, y adornos del salon.

Escribo esta tradición para purgar un pecado gordo que contra la historia y la literatura cometí cuando muchacho. Contaba dieciocho años y hacía pinicos de escritor y de poeta. Mi sueño dorado era oír, entre los aplausos de un público bonachón, los destemplados gritos: ¡el autor! ¡el autor!

Pero confiesa, Tomás, que todo eso se dice mejor que se hace; y comprende que ese aldabón me inspire miedo, explícate la razón que tengo para tenerle el mismo asco que si fuera de hierro líquido.... Calló a esto Frígilis. Llegaban de la estación; estaban en el portal del caserón de los Ozores, que apenas alumbraba a pedazos el farol dorado pendiente del techo.

Tenía, además, algunos ahorros, que le facilitarían en época no lejana realizar su sueño dorado: regresar á su país natal, para pasar el resto de sus días en una posición relativamente cómoda.

En el centro de la tienda se pavoneaba un soberbio velador de porcelana de Sévres y bronce dorado.

La señora de López Moreno no se enteraba de nada de esto, ocupada en dar gracias, enternecida, al general y a la duquesa... El sueño dorado de toda su vida, ser recibida en Palacio, iba a realizarse, y no le parecía cara tamaña honra, al precio de una oreja desgarrada y una dehesa perdida.

Calló la pluma y se acurrucó con devota compostura en la punta de una de las espinas que ceñían la frente del dorado Cristo suspendido en lo más alto del retablo. Cesaron los cantos, apagáronse las luces.

A cada lástima que contaban, pensaba en Panglós, y decia: El tal Panglós apurado se habia de ver para demostrar su sistema: yo quisiera que se hallase aquí. Es cierto que si está todo bien, es en el Dorado, pero no en lo demas de la tierra.

De manera que la señorita desconocida empieza a ser mencionada constantemente en las crónicas, entre lo más dorado de nuestra sociedad. Tiene también el «tramitador» algún pariente que ocupa alta posición en la política o en el gobierno. Y un día le presenta a su amigo, el rico estanciero.

Menester es que tenga vm. el diablo en el cuerpo, repuso Candido. Tanto papelea en este mundo, dixo Martin, que muy bien puede ser que esté en mi cuerpo lo mismo que en otra parte. Confieso que quando tiendo la vista por este globo ó glóbulo, se me figura que le ha dexado Dios á disposicion de un ser maléfico, exceptuando el Dorado.