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Mas don Fernando, como astuto y discreto, se receló y temió desto, por parecerle que estaba yo obligado, en vez de buen criado, no tener encubierta cosa que tan en perjuicio de la honra de mi señor el duque venía; y así, por divertirme y engañarme, me dijo que no hallaba otro mejor remedio para poder apartar de la memoria la hermosura que tan sujeto le tenía, que el ausentarse por algunos meses; y que quería que el ausencia fuese que los dos nos viniésemos en casa de mi padre, con ocasión que darían al duque que venía a ver y a feriar unos muy buenos caballos que en mi ciudad había, que es madre de los mejores del mundo.

Si un pintor tuviese la fortuna de sorprender aquel momento y el don de fijarlo en el lienzo, podría representar, como nadie hasta hoy, a Dánae recibiendo en su prisión la conocida lluvia de oro. Fueron unos amores tiernos y poéticos, cándidos y voluptuosos a la par los de la hermosa dama y el joven naturalista.

Una división de este ejército, a las órdenes del general don Felipe Ibarra, se interna a Santiago a engrosar las fuerzas que operan por esa parte, y el excelentísimo señor gobernador de la provincia de Buenos Aires, general don Juan Manuel de Rosas, se halla situado a los confines de su territorio por el Norte con un fuerte ejército de reserva.

Don Marcos tenía acerca de este auxilio una opinión determinada y firme. Empezaba por sentir contra los Estados Unidos cierta antipatía, que databa de la guerra de Cuba.

¡Vuestro esposo!... exclamó con asombro el duque de Lerma. ; yo soy viuda de un capitán de mar de su majestad, señor. Contadme, contadme cómo fué eso. Cuando llegamos al puerto del Ferrol, don Hugo, que no se había tomado conmigo la menor libertad, á pesar de que yo estaba enteramente sometida á él, hizo venir de tierra unas sastras..

¿Don Román? exclamó tía Pepilla. ¡No vendrá, Rorró, no vendrá.... El pobrecillo no está para esas cosas! Le traeré yo, si no está con el reuma; le traeré yo, y estará muy contento, y para que no tenga que salir a la calle a media noche dormirá aquí. Angelina y él serán los padrinos.... ¿Se aprueba lo que propongo? ¿? Pues.... ¡Aprobado! ¡Qué gratamente que pasamos la noche!

En respuesta a dicha Embajada, había ido a visitar al Preste Juan el ya mencionado don Rodrigo de Lima con gran pompa y séquito.

Oh, no, lo que es a ella no la mataría, ni con puñal, ni con bala, ni con palabras fulminantes...». ¿Quién estaba ahí? preguntó Ana tranquila. El Magistral respondió don Víctor, que suponía a su mujer enterada de lo mismo que preguntaba. Ana se turbó. ¿A qué venía... a estas horas? preguntó disimulando sus temores. ¿A qué?

Los individuos de la sociedad católica fundaron un periódico, «La Era Cristiana», que, sea dicho de paso, y repitiendo las palabras del dómine, «es el papel que habla más alto en favor de la cultura villaverdina». Le redactaba don Román, ayudado por el exclaustrado y por Castro Pérez.

A reemplazarle en el mando acudió oportunamente don Jorge de Meneses. Con él habían venido de refresco cerca de cuarenta soldados que estaban antes en otro navío. Para que no desmayasen y se acobardasen a la vista del capitán muerto, don Jorge nos mandó que le envolviésemos en la manta de un forzado y que le escondiésemos en el fondo del buque. Así lo hicimos al punto.