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29. Por este tiempo, pasado el Domingo, nuestros exploradores,

»Después velaron la Cruz aquella noche 12 religiosos que quedaron, quatro de S.to Domingo, 4 de S.n Fran.co y los restantes de la Religión de nuestra S.ra de las Mercedes, redemptión de cautiuos, estando los tres altares muy ricamente adornados, con sus blandones y luces de plata, los quales a las 12 de la noche comenzaron a cantar los maytines y laudes como si estuvieren en su coro en día solemne, alternando los versos con la música del órgano con toda solemnidad; y acabada esta funtión comenzaron a celebrar el S.to sacrifficio de la Misa en los tres altares en vn mesmo tiempo y successivamente al mesmo compás sin parar hasta que llegaron los reios muy de mañana en su tablado que estaua fabricado al lado del dicho altar triangular.

Por esta razon, el Domingo despues de Resurreccion, movieron los reales, se encaminaron hácia los pueblos, y llegaron á la estancia de San Bernardo, que es del pueblo de Santo Angel, al Domingo siguiente, con marcha de una semana, siendo en otras ocasiones camino de un dia, y en las cercanias de esta estancia los esperaba escondidos y en silencio el ejército de los indios, por consejo de los gentiles Guanoas y Minuanes.

Podían estar allí Fulano o Mengano, con los cuales, el buen papá, no quería compartir ni la atmósfera. El año anterior, don Mateo había tratado de resucitar el antiguo baile de Piñata, de imperecederos recuerdos para todo buen sarriense, que se celebraba en el primer domingo de cuaresma. Este año, el incansable viejo volvió a la carga con más ardor.

Domingo, de Baeza; D. Adan, de Plasencia; D. Sancho, de Coria; de los eclesiásticos y religiosos que han concurrido á la espugnacion, y de los principales de su ejército.

Iba a pasar el domingo con su familia. ¡Cosas de pobres!

Varias veces salió á la calle y fué hasta el convento de Santo Domingo, aunque estaba lejos, á preguntar si el P. Jacinto había vuelto. El P. Jacinto no parecía en parte alguna. Á la caída de la tarde, estando D. Fadrique en su estancia, oyó pisadas de caballos que paraban cerca. Salió al balcón y vió apearse á D. Valentín, que volvía de la casería. Llegó la noche y no pareció el P. Jacinto.

Cuentan el tiempo, no por lunas, sino por días de la semana, como nosotros, llamando Sapto al lunes, y así sucesivamente los demás, Ahát, Isnin, Sarasa, Araboja, Cammis, hasta el Domingo que nombran Diammat.

Con esto pagó á la postre la mulata, pues la obligaron á declararse calumniadora y salió en el ya citado auto de fe de 1627, en compañía de otros condenados como la beata Catalina de Jesús, el clérigo Juan de Villalpando, de quienes ya me ocupé, el esclavo Domingo Vicente, Luisa Narváez y otros pájaros de cuenta.

Esta nueva entrevista la primera, puede decirse, que me dio entrada en el castillo de Trembles tampoco ofreció nada memorable, y de ella no hablaría, a no ser porque me cumple decir dos palabras con respecto a la familia del señor Domingo.