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Y aquello no era amor, que resplandeciente y soberana, sin dejar lugar a otros amores, su alma llenaba la divina imagen de doña Guiomar; ni era compasión tampoco, por más que de ella estuviese lleno lo que por la desmayada hermosura sentía; y en fin, no podía explicarse aquella nueva pasión, tan no conocida de él, que de él se apoderaba.

Yo ni quito ni pongo; pero sospecho que con la república y el gas les hemos metido el resuello a las ánimas benditas, que se están muy mohinas y quietas en el sitio donde a su Divina Majestad plugo ponerlas.

Esto ocurría poco después del fallecimiento del Monarca y tres horas más tarde del altercado con Pipaón, por donde se ve, que en un mismo día reservaba la Divina Providencia al señor de Carnicero impresiones totalmente contrarias, haciéndole pasar de la ira más atroz a un contento febril y casi rabioso.

Si en todas las ocasiones Isidora le había parecido hermosa, en aquella le pareció punto menos que sobrenatural, engalanada con la divina expresión de su pena. Lástima y amor juntos, ¡qué poder tan grande sois! «Isidora, Isidora» dijo balbuciente la hidra sin hiel. Después se calló por algún tiempo. Pasó un cuarto de hora, que fue para él un cuarto de siglo.

Viéndola don Quijote, dijo: -Este caballero fue uno de los mejores andantes que tuvo la milicia divina: llamóse don San Jorge, y fue además defendedor de doncellas. Veamos esta otra.

No había yo reflexionado en la cruel necesidad de alimentar dos estómagos, en lugar de uno... ¿Dos?... terminó Genoveva; di más bien tres... cuatro... cinco... seis... ¿Por qué no doce... o dieciocho?... Como en el Canadá hizo observar la de Ribert. Pero en el Canadá produciría vergüenza escribir semejante carta. Allí se considera una familia numerosa como una bendición divina.

Nada de violencia, especialmente la violencia que se ejerce sobre una pasion de nuestra alma, una pasion grande, inmensa, divina; sobre todo, en una época de nuestra vida en que la pasion entra por tanto, en que la pasion es casi todo, porque la juventud no es otra cosa que una pasion.

Era que también en ella realizaba la adversidad su obra saludable; la joven aprendía a considerar como hombres a aquellos desgraciados, escoria de la sociedad, pero en los que brillaba aún la chispa divina debajo de las cenizas.

Yo me acordaba de él y de cuando venía a casa; como que al verle entrar nos quedábamos todos turulatos y nos parecía que entraba por esa puerta la Divina Majestad... Pues como te digo, dejó de venir. En aquel tiempo conocí a Fenelón; fue mi novio y me pidió. Mamá tenía todavía ilusiones; papá se había curado de ellas.

He visto en vos, señora... ¡la verdad es que no he visto nada fuera de vuestra hermosura, que es divina! Pero... mi hermosura sola no hubiera causado en vos... en fin, no hablemos más de esto... os recibo por mi amigo.. conozco que os apreciaré... os apreció ya, no por qué... sobre todo, no me gusta una guerra fatigosa, un galanteo que á nada conduciría, porque es una locura.