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Su inquietud nacía de ver disgustado continuamente a Pepe, y el convencimiento de estar enamorada brotó de aquella relación que estableció su inteligencia entre la pena que ella sentía y la inquietud que él mostraba.

Pasaron cuatro días; ya no me acordaba de aquella niña, ó si me acordaba era de un modo vago, como la memoria de los días risueños de la juventud. Será cosa, á más tardar, del viernes ó el sábado, me dije después de comer, encendiendo un cigarro y echándome á la calle. El ministro se había negado á rebajar la cuota del Ayuntamiento, lo cual me tenía muy disgustado.

En una palabra, disgustado al verse desairado, fastidiado de los escrúpulos y objeciones que se le oponían sin cesar, y ocupado, a más, por otro lado más agradablemente, retirose a su tienda definitivamente, de donde su mujer ni aun intentó sacarle. Sería un error creer que porque una mujer renuncie al amor de su marido en particular, deje por eso de amar en general.

La verdad es que el señor de Maurescamp, que era sumamente celoso, no estaba disgustado de una circunstancia que creía ser una garantía para su hogar.

No sintiendo Paz ningún ruido en el cuarto donde estaba Pepe, ni siquiera chocar de libros contra tablas, ni el resbalar de la pluma sobre el papel, dirigió la vista hacia el muchacho y le sorprendió mirándola; él bajó la cabeza y prosiguió escribiendo, disgustado, temeroso de que aquello la pareciese mal, y Paz se desvió un poco del sitio donde leía, pero naturalmente, sin ademán de enojo.

El cura, como era de esperar despues de lo que había hecho, no venía: aquel año estaba muy disgustado por haber tenido que servirse de toda su diplomacia y gramática parda á fin de convencer á los vecinos á que pagasen treinta pesos cada misa de aguinaldo en vez de los veinte que solía costar. Os estais volviendo filibusteros, había dicho.

El Magistral había salido de su casa disgustado. «A él no le importaba que fuese o no al teatro por ahora, tiempo llegaría en que sería otra cosa; pero la gente murmuraría; don Custodio, el Arcediano, todos sus enemigos se burlarían, hablarían de la escasa fuerza que el Magistral ejercía sobre sus penitentes.... Temía el ridículo.

Cuando recordaba cuán estrecha había sido nuestra amistad, me quedaba sorprendido, y hasta un poco disgustado, de ver que me había ocultado la existencia de estos dos hombres. Por mucho que sintiera tener que pensar mal de un amigo muerto, no podía evitar que me asaltara la sospecha de que su relación con estos individuos formaba parte de su secreto, y que este último era algo deshonroso.

Como Julián arrugase el entrecejo, añadió: Está, está.... Apostaría yo cien pesos, antes de llegar, a que usted no había encontrado modo de sacudírsela de encima. Señorito, la verdad... articuló Julián bastante disgustado . Yo no qué decir.... Ha sido una cosa que se ha ido enredando.... Primitivo me juró y perjuró que la muchacha se iba a casar con el gaitero de Naya....

Castro era sobrino segundo de ella, y aunque con su vida de calavera la había disgustado bastante, siempre le había tratado con mucho afecto procurando atraerle al buen camino. Para la marquesa, los timbres nobiliarios imprimían carácter como el sacramento del orden. Por más vilezas que un hombre hiciese, siempre era un noble, como un sacerdote es siempre un sacerdote.