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O muy temerario era o muy poca vergüenza debía de tener éste cuando saltó a la calle en pos de ella y comenzó a seguirla por la del Caballero de Gracia, caminando por la acera contraria para mejor disfrutar de la figura que tanto le apasionaba. La dama seguía lentamente su marcha haciendo volver la cabeza a cuantos hombres cruzaban a su lado.

Pero el viejo patrón, ó no oyó las advertencias, ó se hizo sordo á ellas, que es lo más probable, por disfrutar algunos instantes más de la presencia de sus compañeros. ¡Que suelte! le volvieron á repetir más alto. Y nada: el viejo, clavado como una estatua á la orilla del mar, no soltó el cabo.

En su encierro voluntario ni la vista ni el oído podían disfrutar grandes deleites; pero en cambio gozaba las sensaciones nuevas del refinamiento del gusto y del olfato, y aun del contacto de todo su cuerpo de gata mimosa con las suavidades de su ropa blanca, dentro de la cual se revolvía como un tornillo de carne.

»Usted, Antoñita, rebosante de vida y juventud, dotada de gracia y de hermosura, tiene derecho a disfrutar la dicha que de seguro le reserva el porvenir. No se deje, pues, dominar por el dolor que a su tío y a nos arrastra hacia el sepulcro... El sentimiento de haber perdido a una hermana no debe abrir en su alma un abismo tan profundo como lo abre la pérdida de una novia, o de una hija.

Pocos días después ocurrió casi lo mismo. Pepe, sólo por disfrutar de aquél regalo de la vista, que la fortuna le ofrecía, miró varias veces a Paz, y ella lo notó, sin dar señal de desagrado, antes al contrario, sintiendo cierta tranquila complacencia con aquel homenaje mudo que la rendía un hombre imposibilitado por su posición para adularla con esperanza de lograr favores.

Mira cómo alzan los brazos, gritando, aquellos generales que vienen por el llano. ¡Benditas penas, benditos golpes, bendito calor y bendita sed, puesto que al fin hemos salido vencedores! ¡Viva España! De esa manera le dije yo, pensando en mis guerras entra a disfrutar el mayorazgo, casándose con D. Diego, para evitar un litigio que arruinaría a las dos familias.

Destinado a la carrera militar, más por vanidad de su familia que por vocación, no era, sin embargo, cobarde, pero yerto; prefería los ascensos a la gloria, y a la gloria y a los ascensos reunidos anteponía una buena renta que disfrutar sin moverse de su casa ni estar a merced del ministro de la Guerra. Tenía vanidad, pero vanidad encubierta y en cierto modo solitaria.

De la herencia que libremente podía disfrutar sólo tomaba lo preciso para sostener el decoro de la casa y hacer algún viaje a las grandes clínicas extranjeras, en demanda de luces y medios con que extender en el valle la misericordia de su misión.

»Al oírlo se estremeció Magdalena y palideció densamente. Miré al doctor, y viendo que tenía una mano de ella entre las suyas comprendí que aquella sensación no debía haber pasado para él inadvertida. »Al otro día debía Magdalena bajar al jardín para disfrutar allí, entre las flores, el aire y los aromas que con tanto afán apetecía en los días, anteriores.

No era como el célebre Erostrato. ¿Quién? Uno que pegó fuego dijo Bou reventando de erudición a un templo... no si de Babilonia, de Venecia o de dónde. ¿Y sacó dinero? Vuelta con el dinero. Con dinero se tiene todo. Y quieres tener todo: gozar, disfrutar; lo mismo que cualquiera de esos pillos, lo mismo que la sanguijuela A o la sanguijuela B.