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Era inmensamente rico: ¿por qué no mantener un lujo que era la suprema ilusión de todas ellas?... No le ofendía que de este lujo disfrutasen sus sucesores. Experimentaba un orgullo de dios al hacer sentir á todas horas su generosidad sin dejarse ver. En París, una joyería dirigida por un judío de origen español trabajaba solamente para los regalos del príncipe.

La procesión, preámbulo de las otras, y que debía ser en dicho miércoles por la tarde, era dirigida y costeada todos los años por el señor don Andrés Rubio, hermano mayor de la más importante Cofradía. Habían de salir en esta procesión tres obras maestras de escultura, tan pesada cualquiera de ellas que para llevarlas en andas por las calles era menester un ejército de nazarenos.

Corrales se nombra en dos pasajes de la relación, y, aunque no lo diga, parece ser autor de una carta anónima que inserta, como dirigida á D. Álvaro de Sande, y no tiene mayor categoría que la de soldado particular. Si no fué su escrito, otro parecido movió á D. Álvaro á dirigirse al Rey en memorial de agravio, narrando por los sucesos y suplicando se abriera información de ellos.

En cuanto á las justas, como reminiscencias del espiritu caballeresco de los siglos anteriores, todavía, á principios del XVII, en el año de 1618 gustaban los sevillanos de los torneos, como demuestra una petición dirigida á la Ciudad por Juan de Ojeda, sobre el pago de unos gastos que hizo en los torneos el dia de las Fiestas Reales, según consta del Acta Capitular de 13 de Julio de dho año.

Con tal de vengarse no le arredraba ya ni el delito; no le sonrojaba meditar en los medios más viles y llegar a valerse de ellos. Dos días después del cruel desengaño de Elisa, don Braulio González, al ir a sentarse en la mesa de su despacho en el Ministerio, vió sobre el pupitre una carta que le iba dirigida.

Aresti veía en su sobrina la niña rica de las familias de su tierra; educada primero por las monjas y dirigida después por el confesor hasta en los hechos más pequeños de su existencia; con la voluntad adormecida, y considerando como un pecado, el más leve intento de iniciativa propia.

Cierta mañana pasó al trascorral y vio matar una ternera con la cabeza dirigida hacia el naciente. Dos ancianos inclinaron el rostro balbuceando una oración, y, al notar que aquel mancebo no se inclinaba como ellos, le miraron con asombro.

Ya los había recibido de la única cuya amistad me los hizo soportables: de Oliverio. ¿Complicidad o complacencia? No y cien veces no. Más me asustaba aún que el pensamiento de que existiera una conspiración dirigida contra mi dicha, la idea de que aquella menguada y famélica dicha hubiera podido ser objeto de envidia para quienquiera que fuese.

Miras particulares se llevaban el de Villena y otros en difundir por el vulgo tales voces, pero miras que mas tarde fueron descubiertas por los que mas le vendian amistad, declarando al soberano verbalmente los proyectos concebidos por ellos, y mostrándole por escrito la correspondencia que habian interceptado dirigida á D. Juan de Portugal, á la cual contestó inmediatamente D. Fernando por medio de su enviado de negocios, Lope de Alburquerque.

Por fin ha habido una carta suya, dirigida esta vez al padre Tomás, a propósito de un volumen que no se encuentra en las librerías... Pero como el volumen me interesa poco, retengo sobre todo la frase en que el señor Baltet asegura que su viaje a Aiglemont ha sido su camino de Damasco, y que su sueño dorado sería llamar su mujer a aquella de quien conserva tan profundo recuerdo...