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Pues esto es la política, y por esto quiero meterme en la política. ¿Qué digo quiero meterme? Metido estoy ya en ella hasta los codos.

¡Cuántos secretos debe encerrar ese monton de piedras! ¡Qué historia tan curiosa se pudiera escribir, si la mente del hombre fuera capaz de arrancar al olvido aquellos secretos! Pero no digo bien; muchas de las cosas que han presenciado esas paredes y esos pavimentos, no podrian escribirse, porque hay en este mundo muchos arcanos que no pueden contarse.

Pues ¡y lo de que rompieron el hielo a cañonazos para que se hundieran los enemigos que estaban encima!... ¡Bonito modo de hacer la guerra! Pero, hombre de Dios, si andaban por sobre el hielo se resbalarían y... pobres nalgas del Emperador..., digo, de los tres Emperadores, pues ahí dice usted que eran tres nada menos. ¿Sabes, Gregoria, que es aprovechada la familia?

Vi los trajes, el dinero y las comodidades, y no vi al hombre. Poco a poco se me fue dando a conocer el hombre. Principió por escatimarme los gastos. Cada día me parecía la vida más triste y él más horroroso. Y no lo digo por su cara, que no es mala, aunque de un tipillo afeminado que no me gusta. ¿Le conoces?

No jure usted. ¿Sabe usted pronunciar con afectación todas las letras de una palabra; y decir unas voces por otras, actitud por aptitud, y aptitud por actitud, diferiencia por diferencia, háyamos por hayamos, dracmático por dramático, y otras semejantes? , señor, ; todo eso digo yo. Perfectamente; me parece que sirve usted para el caso. ¿Aprendió usted historia? No, señor; no lo que es.

A ratos me distraigo, me entra como un olvido, me quedo lelo sin saber dónde estoy ni lo que hago... Pues digo, ¿y cuándo pierdo la memoria y se me va de ella lo que más ?... estarás buena mañana; pero yo no a dónde voy a parar con estas cosas.

Las últimas palabras: «No soy sincera, no lo digo todo...» ¿significaban acaso que no acusaba a su marido, porque tampoco ella, por su parte, se sentía limpia de pecado?

La indignación no le permite hablar. Al fin rompe. Oye , botarate; yo no he dicho que lo creyese. Lo único que digo, es que así resulta de los datos que me presentó el barítono.

Trátame como quieras; pégame... te querré como esas mujeres que admiten los golpes como prueba de cariño. Lo que te digo es que eres mío y no te suelto. Olvidemos lo pasado y aún podemos ser felices. Luis, Luis mío, ¿qué mujer puede quererte como la tuya?

El mar, cuyos secretos permanecen en el misterio, que nuestra curiosidad no acierta á comprender, que la ciencia no explica, que nos habla con su eterno movimiento sin que podamos saber qué es lo que nos dice; el mar, digo, es soberbiamente majestuoso y grande.