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Como viven una existencia artificial, han olvidado completamente á la naturaleza y no saben siquiera abrir los ojos para contemplar el horizonte, ni mirar lo que existe en donde ponen sus pies. ¡Poco nos importa! ¿Es acaso la naturaleza menos hermosa porque ellos la miren con indiferencia? ¿Porque jamás se hayan dignado mirarlas, son menos encantadoras las pequeñas fuentes que nacen susurrantes en medio de las flores y el poderoso manantial que se escapa á borbotones de las concavidades de la roca?

Ha escrito que iba a ponerse en camino y pronto la veremos llegar. Santaló volvió a caer en su letargo. Una hora después recobró el sentido, y fijando sus miradas en la tía María, le dijo: Tía María, he pedido a mi divino Salvador, que se ha dignado venir a , que me perdone, que la haga feliz y que le pague a usted cuanto por nosotros ha hecho.

No, eso no dijo la señora Hellinger. La señora Duquesa se ha dignado dormir hoy un poco más. ¡Dios del Cielo! exclamó de nuevo él. ¡Y nadie ha ido a verla! ¿Nadie sabe nada de ella? Doctor ¿qué te pasa? gritó el viejo Hellinger que comenzaba a inquietarse.

El segundo le fué algo ménos grato; el tercero estuvo incomodado; el quarto no le pudo aguantar; el quinto fué un tormento; finalmente, aburrido de oir cantar sin cesar: ¡qué ufano, qué contento dele estar de propio su grandeza! de que siempre le dixeran que tenia razon, y de que le repitieran la misma arenga todos los dias á la propia hora, escribió á la corte suplicando al rey que fuese dignado de llamar á sus gentiles- hombres, sus músicos y su mayordomo, prometiendo tener mas aplicacion y ménos vanidad.

¿Conque se ha hecho invisible el duque? decía una voz agridulce . Hace quince días que he llegado a Madrid y no sólo no se ha dignado venir a verme mi querido sobrino, sino que no le he visto en ninguna parte. Tía respondió la duquesa , puede ser que no sepa vuestra llegada. ¡No saber que la marquesa de Gutibamba ha llegado a Madrid! No es posible, sobrina.

Pero el rey, cansado de tanta prueba inútil, había hecho clavar debajo del cartelón otro cartel más pequeño, que decía con letras coloradas: «Sepan los hombres por este cartel, que el rey y señor, como buen rey que es, se ha dignado mandar que le corten las orejas debajo del mismo roble al que venga a cortar el árbol o abrir el pozo, y no corte, ni abra; para enseñarle a conocerse a mismo y a ser modesto, que es la primera lección de la sabiduría