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Se ha repetido hasta la saciedad que la cara es el espejo del alma. Este dicho vulgar tiene vida permanente por la verdad que encierra. Efectivamente, el rostro y, sobre todo, los ojos, constituyen, digamos así, el reflejo de nuestra vida interna. Las manos, los brazos, los componentes todos de nuestro cuerpo, no revelan nuestra personalidad psíquica. La revelación está en la cara y en la mirada.

La deducción no era muy lógica que digamos, pero don Jacobo pasó por ella, y alargó la cantidad al peticionario. El cuento de la parienta está muy gastado añadió a modo de comentario. ¿Por qué no dices que quieres reponerte jugando al faraón? ¡Ya sabemos que no estás casado!

Hombre, ¿no ha leído usted las infamias que dicen de ? Don Segis levantó el vaso a la altura de los ojos, examinó detenidamente el dorado líquido, lo acercó a los labios y bebió con pausa. Después de toser y desgarrar un poco, y limpiarse la boca con un pañuelo de hierbas, dijo gravemente: Phs... la intención no es buena que digamos... Pero vale más tomar las cosas con calma.

Aquí nos acordamos naturalmente de la piedad, y parece que oramos, aún cuando no digamos ninguna oracion.

Todo cuanto digamos de la vegetación intertropical será pálido, es preciso verla para comprender su belleza en todo su valor; apropósito de esto, recordaremos lo que ha tiempo decíamos á un amigo querido de la Península.

Por otra parte, Juana, como no ha nacido en este pueblo, no le tiene gran ley que digamos.... Además de que también yo tengo acá en mis adentros cierto escarabajeo que... en fin, señor cura, ya sabe usted que la paloma no vuela a su gusto en el palomar. No te hacía yo pájaro de tan alto vuelo, Simón dijo don Justo con sorna.

Y éste continuo Simoun tocando familiarmente en el hombro á Su Excelencia, éste me pagará cinco tantos, un vale por cinco días de carcel; un solo, cinco meses; un codillo, orden de deportacion en blanco; una bola... digamos una ejecucion espedita por la Guardia Civil mientras se le conduce á mi hombre de un pueblo á otro, etc. El envite era raro. Los tres paseantes se acercaron.

En la biblioteca de Viena, los filósofos, sabios y escritores de todos los climas y lenguas, hermanos, por el parentesco del alma, viven reunidos y en paz: allí está el mejor árbol genealógico posible del humano linaje; esos son los establecimientos que yo visito con placer y predileccion: nunca, en ningun pais, he procurado ver las armerías, arsenales de instrumentos de muerte que nada bueno pueden decir; las bibliotecas honran una nacion; yo así lo creo; y haciendo un punto á mis involuntarias reflexiones, digamos algo de la biblioteca de Viena.

Mientras Romualda sube, dejando al buen clérigo y su acompañante en la puerta del establecimiento, digamos cómo de la opulencia y desahogo de la carnecería pasó aquella desmoralizada familia a la estrechez de un miserable comercio de agua y vino.

Digamos ahora, para terminar, algunas breves frases acerca del número casi infinito de comedias de escritores anónimos, que corresponden á la época de Calderón, y que, en parte, se han conservado hasta nosotros.