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Fundábase principalmente esta sospecha en el estilo de la obra, que se asemeja mucho al del último poeta; pero nos vemos precisados á variar de opinión, porque un estudio más detenido de las obras de Rojas nos ha enseñado que hay muchas suyas, como, por ejemplo, Lo que son mujeres, Don Diego de noche, etc., que carecen del culteranismo que se encuentra en otras, y cuya dicción es natural y castiza.

Sin tiempo para ponerse á salvo, cayó Julianillo también en las garras del Santo Oficio, y después de doce meses de prisión, el 22 de Diciembre de 1560 salió con el auto de fe, siendo quemado vivo en unión de 34 protestantes más, entre los que se hallaban doña Ana de Rivera, doña Francisca Ruíz, doña Francisca de Chaves, monja de Santa Isabel; María Gómez, Leonor Núñez, sus tres hijas Elvira, Teresa y Lucía; doña Catalina Sarmiento, doña María y doña Luisa Manuel, y fray Diego López, fray Barnardino Valdés, fray Domingo Churruca, fray Gaspar de Porres y fray Bernardo de San Jerónimo, de alguno de los cuales haré más adelante especial mención.

No es necesario que don Diego sepa que yo soy libre mientras él aún continúa encadenado. Evitemos a nuestros amigos disgustos demasiado crueles. Sobre todo, no le diga usted que el luto me embellece. »Cuide bien a la persona a la cual se ha dedicado usted. Pase lo que pase, tendrá el mérito de haberla hecho vivir más de lo que era humanamente posible.

Sucedióle el obispo D. Diego de Alava y Esquivel, bajo cuyo episcopado se acabó en 1562 la bóveda del crucero del lado del Evangelio.

La Condesa, después de saludarnos, tomó asiento y dirigió a D. Diego estas palabras dignas de la Historia: Hijo mío, todo lo que pasó en la acción del 16, y nadie me ha dicho que hicieras algo notable. ¿Has tenido miedo? ¡Miedo! exclamó el muchacho, riendo No, señora.

Don Diego llega á ver este retrato en poder de su novia, excitando en él celos rabiosos.

Porque esos astros, cuya luz desmaya, Ante el brillo del alma, hija del cielo No son siquiera arenas de la playa, Del mar que se abre a su futuro vuelo!... No he podido rendir un homenaje más digno a las letras de Colombia, que la transcripción de esos versos de Diego Fallon.

Don Paco, conociendo que se preparaba un cataclismo, quiso conjurarlo y dijo a su discípulo: Vamos, basta de franceses, D. Diego. Hable usted de otra cosa.

¿Usted conoció... trató al difunto.... Don Diego? , señor; como que era mi suegro... quiero decir, mi principal. ¿Si estará loco, o será tonto este señorito? pensó el clérigo. De repente se le ocurrió una idea feliz. Oiga usted exclamó . Ahora se me ocurre explicárselo a usted todo mediante un símil... y de este modo... ¿eh?, se lo digo... y no se lo digo, ¿me entiende usted?

Hecho esto, se frotó las manos y se dijo riendo: Ya tengo al enemigo bloqueado, y si nunca llegara a declararse la guerra, les mataría de hambre sin piedad. El doctor Le Bris a la señora Chermidy. «Corfú, 20 abril 1853. »Apreciable señora: Yo no podía prever, el día que me despedí de usted, que nuestra correspondencia sería tan larga. Don Diego tampoco lo esperaba.