United States or Puerto Rico ? Vote for the TOP Country of the Week !


Para el caso de que muriese este amigo de mi padre antes de la muerte de la Condesa, tuvo autorización dicho amigo de confiar a su hijo el secreto y de transmitirle la comisión. Dicho amigo se llamaba D. Diego Pimentel. Su hijo es mi marido D. Jaime. Muchos años hacía que él sabía que yo podía ser poderosa, pero no le bastó conocer la posibilidad. Necesitó de la certidumbre para enamorarse de .

¡Ah! ¿Qué sabe usted de D. Diego? le pregunté, volviendo atrás. Pues qué dijo, retrocediendo , ¿no se sabe dónde está D. Diego? ¿Ha muerto? ¿Se ha extraviado? Es preciso averiguarlo. Y di, ¿ has visto por casualidad mi caballo? ¿Sabes si alguien lo recogió? No nada de tal caballo repliqué, alejándome.

Germana fue trasladada sin accidente, aprovechando un día de sol. Allí es a donde don Diego iba a hacerle la corte; la vieja condesa iba con tanta frecuencia como él y permanecía más tiempo. No tardó mucho en conocer a la señora de La Tour de Embleuse y el hielo quedó roto.

El Marqués suplica al Rey que indulte á Don Fernando de la pena merecida por su delito, y promete también á Don Diego, hermano de Doña Flor, renunciar por completo á la mano de su hermana, cuya reputación ha sufrido algo á causa de la aventura nocturna ocurrida junto á su ventana.

En virtud de otra intriga, Don García se ausenta algún tiempo de su casa, cuya ausencia aprovechan los amantes casándose, y á su regreso traen la noticia de que Don Fadrique ha sido forzado por la justicia á dar su mano á otra dama, á quien había hecho promesa formal de casamiento; Don Diego y Doña Lucía se le presentan ya como recién casados, y Doña Catalina, perdidas sus esperanzas, acepta la mano que Don Juan le ofrece.

Estábamos, como he dicho, en una sala baja, donde la Condesa había hecho traer, para nuestro regalo, un par de zaques, milagrosamente salvados de la rapacidad francesa. Don Diego, luego que tal vió, volvióse a nosotros, que permanecíamos respetuosamente detenidos en la puerta, y con gesto de campechana confianza nos dijo: Ea, muchachos, entrad todos aquí ¿Por qué estáis en la puerta?

El cura creyó suficientes sus explicaciones; y, muy satisfecho del símil, cuya exposición le había hecho sudar, se limpiaba el cogote con su pañuelo verde con rayas blancas, sin cuidarse ya de que aquel caballero, que parecía tonto, hubiese comprendido o no.... El secreto de la confesión y la buena memoria de D. Diego no le permitían a él ser más largo ni más explícito.

Y usted no habrá querido exponerse a eso. El señor Le Bris enrojeció a su pesar, porque la duquesa decía la verdad; pero salió de aquel mal paso haciendo el elogio de don Diego. Le pintó como un noble corazón, un caballero de antaño perdido en nuestro siglo. Puede usted creer, señora duquesa, que si nuestra querida enferma llegase a salvarse, lo debería a su marido.

Triunfó Loyola de él con mucha estima, Y luego le despacha para Lima. D. Francisco le tuvo aprisionado, En él ejecutando puras sañas; A cabo ya de dias se ha librado, Que el tiempo vemos cura mil marañas. A su plaza despues que se ha tornado, A cabo ya de dias tuvo mañas; Como se vuelve á estar, aunque le quita D. Diego cuando vuelve á la visita.

Daremos, pues, á conocer estos poetas dramáticos españoles más famosos, y comenzaremos por aquéllos que llegaron á la cúspide de su arte, en el tiempo en que vivía Lope de Vega. Diego Jiménez de Enciso. Juan Pérez de Montalván. Diego Jiménez de Enciso, poeta, que no se debe confundir con Bartolomé de Enciso, algo posterior, era natural de Sevilla.