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A esta procesión de azotados fue sirviendo el oficio de Alguacil mayor Don Diego Embid de Moros, con su vara levantada, y a su lado, Don Juan de la Puebla en dos bellos caballos, ricamente aderezados, acompañándoles muchos Familiares de autoridad.

La doncella de labor es una comedia de intriga, de invención no censurable, aunque, sin duda, se oponga sobremanera á nuestras actuales ideas acerca de lo que debe ser la verosimilitud. Doña Isabel de Arellano, joven dama de provincia, ha concebido una viva pasión por Don Diego de Vargas, sin conocerlo ni tratarlo, y sólo de verlo.

El joven doctor sentía por Germana una amistad sólida, pero la amistad no nos lleva nunca al olvido de nosotros mismos: éste es uno de los privilegios del amor. Por su parte, don Diego se había impuesto el cumplimiento de su deber y quería que Germana fuese acompañada de su médico de cabecera. Preguntó al señor Le Bris cuánto ganaba cada año.

Hasta sus menores acciones procuraba que fuesen conocidas, sin duda para tranquilizar la susceptibilidad de don Diego; quizá también para oponer una barrera entre ella y los que dudaban de su virtud. La presencia del duque en los salones de la calle del Circo no fue tampoco inútil a la reputación de la señora Chermidy.

Mandóse alojar á aquéllos en las casas de nobles y de acaudalados sevillanos, tocando á D. Diego Sánchez de Orihuela, hospedar uno llamado Monjarras, que era hombre joven, apuesto y de violento carácter, y el cual hubo de enamorarse de una hija soltera que D. Diego tenía.

Luego, habiendo mirado de soslayo a Casilda, aproximose a Ramiro, y sin tomar asiento, le preguntó: ¿Os lo ha referido? ¿Qué? Lo que acontece en esta casa. ¿A qué quiere aludir vuesa merced? A las reuniones secretas de don Diego, y los otros, en el piso bajo, conducidos por el maestresala.

¡Señora! dijo a la desconocida , usted es la señora Chermidy. Esta se levantó a su vez y avanzó hacia Germana como para pasar sobre su cuerpo y contestó: , soy la madre del marqués y la esposa, ante Dios, de don Diego. ¿En qué me ha reconocido? Por el tono con que ha hablado del niño. Fue dicho esto tan dulcemente, que la señora Chermidy se sintió sobrecogida por un sentimiento extraño.

Son cinco los que escalé, por trapicheos con otras tantas novicias y monjas. ¡Ay, señor D. Diego de mi alma! El recuerdo de estas y otras cosillas es lo que le alegra a uno, cuando se siente ya en las puertas de la triste vejez. Hombre, eso me parece muy bonito dijo D. Diego, saltando sobre la silla . Pues yo quiero hacer lo mismo, yo quiero rasguñarme saltando tapias de convento.

Llegó, , llegó el apellido de los Valcárcel, gracias a D. Diego, a un grado de esplendor que no había tenido desde los siglos remotos en que había brillado por las armas.

Libro Primero: Capítulo VII: De la ida de don Diego, y nuevas de la muerte de su padre y madre, y la resolución que tomó en sus cosas para adelante.