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Sentía surgir en su espíritu el sentimentalismo; pero, por desdicha suya, al notar que le molestaba un poco la frescura del río, comprendió que no vivía ya en aquella dichosa edad en que se sueña con las estrellas. Volvió sobre sus pasos y deshizo el camino andado. Al regresar a la hospedería habían ya desaparecido el señor Princetot y su esposa.

Mostraba en casa la cariñosa diligencia de un buen esposo y en el mundo la fogosidad de un hijo de familia emancipado. Su mujer era la más dichosa de Francia, pero no la única de quien él hiciera la dicha. Lloró de alegría al nacer su hija, allá por el verano de 1835. En el exceso de su felicidad, compró una casa de campo a una bailarina por la cual estaba loco.

En fin, fui devuelta a aquella que me había dado la vida y la hice presente de la ternura que otra la había robado, pero sin olvidar tampoco mi reconocimiento para aquella al lado de la cual había crecido. Yo era muy dichosa; ¡pero aquello duró tan poco!... »Mi padre había concebido un proyecto digno de un alma tan noble, y mi madre lo había aprobado.

¡Ay, qué valor se necesita, Dios mío! ¡Esta que es verdadera vocación!... ¡Una chica tan joven y tan guapa! No se habla de otra cosa en la villa... ¡Todo el mundo anda revuelto con el dichoso monjío! ¡Dichosa ella, querida! Yo no si tendré valor para ver la ceremonia. Pues yo, aunque me cueste una enfermedad, la he de ver.

Mientras Juan se absorbía en esta vida seria, como la juventud dichosa y alegre de Jaime y de su hermana, exigía mayor expansión, los Aubry transformaron poco a poco su género de existencia; recibieron más gente, y un elemento nuevo, muy mundano, hizo su aparición en aquel hogar hasta entonces casi austero.

Y esta vida salvaje, pero libre y dichosa, reharía con el olvido la virginidad de sus almas. Serían seres nuevos, inocentes y laboriosos, como si acabasen de nacer del limo de la tierra.

Crióse el Abindarráez En Cartama con Jarifa, Mozo ilustre, abencerraje En méritos y desdichas. JARIFA. ¡Dichosa el alma mía Que dió tan dulce fin a su porfía! Canten. Pensaba que eran hermanos, En este engaño vivían, Y ansí, dentro de las almas El fuego encubierto ardía. JARIFA. ¡Dichosa el alma mía Que dió tan dulce fin a su porfía! Canten.

De lo que deduzco con usted, que Margarita será perfectamente dichosa, es decir, tanto como puede serlo en este mundo con una cabeza como la suya: porque seré bien galante para ella, no le rehusaré nada, y aun prevendré todos sus deseos. ¡Pero si me pide la luna y las estrellas no puedo ir á descolgarlas para serle agradable!... ¡eso es imposible!... ahora mi querido amigo, déme una vez más su mano.

Se consideraba tan dichosa al sentirse renacer, que hubiera querido dar las gracias al cielo y a la tierra. Los convalecientes son niños grandes que se asen, por miedo de caer, a todo lo que les rodea.

caminas para Córdoba: tu frente la veo de berroqueña, como antaño, y por último y feliz horóscopo, tus luengas orejas no han menguado ni un negro de la uña... ¡Oh, qué suerte tan dichosa te espera!; dame paz en el rostro y prométeme tu gracia y favor...