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»No se sonroje por ello, hermana mía; no se avergüence de su destino y de su naturaleza. Frecuente usted la sociedad y procure buscar en su seno un corazón que sea digno del suyo. Yo, desde el umbral de la tumba de Magdalena la seguiré con fraternal mirada haciendo votos por su felicidad. »Pero, ¿encontrará usted, Antoñita, ese corazón que pueda hacerla dichosa?... ¡Ay!

¿Qué te importa? respondió la resuelta costurera. Es que si no duerme... ya ves... ¡Cáspita, la cosa es grave! Calla, cobarde; ¡vergüenza había de darte! Voy a hacer ruido por el gusto de verte correr. Pablito la estrechó entre sus brazos y le dió una razonable cantidad de besos. La joven sonreía dichosa. Mas de pronto su frente se arrugó; su fisonomía expresó una gran severidad.

Y si es que vuestra merced no se precia de ser tan secreto como don Galaor, con las veras que puedo le suplico, en nombre de toda esta compañía y en el mío, nos diga el nombre, patria, calidad y hermosura de su dama; que ella se tendría por dichosa de que todo el mundo sepa que es querida y servida de un tal caballero como vuestra merced parece.

En cuanto a la herencia de tu tío, no hay que pensar en ella, y es posible, por otra parte, que de aquí a entonces Blanca tenga un marido que cuide de sus intereses... ¿Crees que, en su posición, se casará fácilmente? y no, amigo mío; es una muchacha encantadora y bien educada, a la que la madre más exigente será dichosa en tener por hija.

Vivir con el corazón ulcerado, con el alma inquieta.... ¡Oh, cuántas veces he envidiado a las personas virtuosas y humildes como usted! ¡Qué feliz sería yo si no llevase a cuestas este carácter triste y receloso, esta soberbia que me consume!... ¡Y quién sabe añadió después de una pausa , quién sabe si hubiera sido más dichosa en otra esfera!

No era difícil respondió. Eres tan misteriosa, pobre hija mía, que llevas el secreto escrito en la frente... ¡Dios mío! y yo que apenas lo sabía... Sin Francisca, no lo hubiera sospechado siquiera... Dichosa inocencia exclamó la abuela riéndose.

Ya Adela y Pedro me están al lado cuchicheando, de apetito. Vamos, pues, que a esta hora la gente dichosa tiene deseo de tomar el chocolate. El chocolate fragante les esperaba, servido en una mesa de ónix, en la linda antesala. Era aquel un capricho de domingo. Gustan siempre los jóvenes de lo desordenado e imprevisto.

Pero habló de modo de tranquilizarme y besó mi frente pálida. Entonces un delirio vino y me transportó en espíritu al cementerio. Y pensando que mi Señor era el difunto Elormie, suspiré por él que estaba delante de mi: ¡oh yo soy dichosa ahora! Así fueron pronunciadas las palabras, y así fué empeñado el juramento.

Ha tenido bastante purgatorio en la tierra para no necesitar pasarlo de nuevo en el otro mundo dijo el cura en tono un poquito sarcástico. Dichosas solteronas suspiró la abuela. respondí sintiendo cierto alivio... Dichosa la que sufre sin haber hecho nunca sufrir...

En su casa no pudo apartar de la imaginación, todo aquel día y toda la noche, la dichosa manteleta, y de tal modo arrebataba su sangre el ardor del deseo, que temió un ataquillo de erisipela si no lo saciaba.