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Y no obstante, este monte sagrado de Mihintala no es tan glorioso como el pico de Adán, que ven los marinos en medio de las olas cuando se acercan á la isla de Ceilán. La huella de un pie gigantesco que pertenece, según dicen, á un hombre de diez metros de altura, está impresa en la roca, en la punta que remata la cumbre.

Después este cabecilla, que dicen nombrarse Ducauron, ordenó y así se hizo, que fuera incendiada una báscula de pesar caña allí instalada. Terminada esta operación, un corneta dejó oir un toque muy breve que fué la señal de retirada. Todos á una abandonaron la población, no sin llevarse catorce cerdos de una pobre mujer, que estaban en un corral, dispuestos para ser embarcados.

Y la niña se va, se va despacio por el aire, que parece de luz todo: se va como una nube. Hoy el padre no trabajó mucho, porque tuvo que ir a una tienda: ¿a qué iría el padre a una tienda?: y dicen que por la puerta de atrás entró una caja grande: ¿qué vendrá en la caja?: ¡a saber lo que vendrá!: mañana hace ocho años que nació Piedad.

Lo que a usted le maravilla son los bloques de piedra que llaman cretácea y de arcilla ferruginosa endurecida que han quedado después de sacado el mineral. Dicen que esto presenta un golpe de vista sublime, sobre todo a la luz de la luna. Yo de nada de eso entiendo.

¿De qué se admira V. tan desaforadamente? dijo el Comendador, pensando que el padre extrañaba que tan virtuosa y austera matrona hubiese nunca sucumbido á una mala tentación. ¿De qué me admiro?... Muchacho... ¿De qué me admiro?... Pues ¿te parece poco? Bien dicen... Vivir para ver... El demonio es el mismo demonio.

No fuera muy mejor, dicen, hijitos Que no os hubiera yo triste parido, O ya que yo os parì, que de chiquitos El alto cielo os hubiera recibido: O dejaros all

Dicen que lo ha dicho él mismo. , señor, fueron sus últimas palabras sensatas, advirtió Foja contradiciéndose. Dicen que dijo: « ¡El pan del cuerpo es el que yo necesito, que así me salve Dios muero de hambre!». A Orgaz hijo se le escapó la risa, que procuró ahogar con el embozo de la capa. , ríase usted, joven, que el caso es para bromas.

Y como si con estas palabras hubiese desahogado toda su indignación, añadió mansamente: El caso es que hago mal en insultar a ese bandido. Huye de nosotros, pero él volverá; volverá pronto y seremos felices. Deja que se termine mi pleito con los hijos de mi marido; va a ser de un momento a otro y acabará bien, todos me lo dicen.

Y pienso, para hallar estos negros remedios, que me era luz la hambre, pues dicen que el ingenio con ella se avisa, y al contrario con la hartura, y así era por cierto en .

Temblaba el aire, dicen, de los mugidos terribles, y deshacía el elefante el cañaveral con las pisadas, y sacudía los árboles jóvenes, hasta que de un impulso vino contra el del cazador, y lo echó abajo. ¡Abajo el cazador, sin tronco a que sujetarse! Cayó sobre las patas de atrás del elefante, y se le agarró, en el miedo de la muerte, de una pata de atrás.