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Juan no supo contestar, porque tampoco él sabía de dónde diablos salían las chufas. Valencia se aproximaba ya. En el vagón entraron algunas personas; pero los esposos no dejaron la ventanilla. A ratos se veía el mar, tan azul, tan azul, que la retina padecía el engaño de ver verde el cielo.

No qué diablos ha sido esto, ni por dónde se ha entrado este amor que le tengo, siendo yo tan muchacha y él tan muchacho, que en verdad que creo que somos de una edad mesma, y que yo no tengo cumplidos diez y seis años; que para el día de San Miguel que vendrá dice mi padre que los cumplo.

También, todos los días no hay ocasión de ser ministro... ¡qué diablos! Y uno tiene que pensar en los hijitos, y en los parientes y en los amigos. Naturalmente apoyó don Bernardino. Siguió hablando S. E. y la cuerda parecía interminable de aquel organillo de ciego.

Dorotea y Montiño se turbaron mucho más. Pero por aquella vez, Dorotea no se irritó. Por el contrario, soltó una alegre carcajada, y dijo: ¿Quién diablos os ha traído aquí? Y llenó la copa, bebió la mitad, y ofreció la copa á Montiño. Montiño la tomó y buscó el sitio donde había puesto sus labios la joven. Habladme con franqueza dijo la Dorotea ; ¿qué habéis visto en ...? Y se detuvo.

Y si no, seamos francas... ¿Crees que es tan fácil que en Madrid te salte un buen novio? Déjalo..., que no me salte. Si yo no estoy impaciente por tener novio. Pues ¿qué quieres tener? ¿Qué diablos han de tener las muchachas? Nada, mujer, nada... No, señorita; es menester que salte un buen novio y casarse.

Alvaro no tira mucho; pero es frío, tiene un juego cerrado y estira el pico que es un primor. Que no se descuide el coronel. ¿La cuestión ha sido por la cuñada de Alvaro? Al parecer. ¿Y a él qué diablos le importa? ¡Ps ... ahí verás! Como no esté enamorado, no comprendo.... Todo podría ser. ¡La niña es de oro!

-Por Dios, señor nuestro amo -replicó Sancho-, que vuesa merced se queja de bien pocas cosas. ¿A qué diablos se pudre de que yo me sirva de mi hacienda, que ninguna otra tengo, ni otro caudal alguno, sino refranes y más refranes? Y ahora se me ofrecen cuatro que venían aquí pintiparados, o como peras en tabaque, pero no los diré, porque al buen callar llaman Sancho.

Nunca salvó la distancia que mediaba entre el pueblo y la casa de su hermano tan rápidamente. Cuando llegó, Tomás estaba partiendo leña delante de la puerta. ¿De dónde diablos vienes tan temprano? le preguntó levantando la cabeza con sorpresa. Oye, Tomás, necesito hablar contigo de un asunto importante... Vámonos arriba. El molinero se inmutó visiblemente al escuchar estas palabras.

Pasó en breve el acceso, y volvió el enfermo a caer en el marasmo de antes... Pero ¿qué diablos veía yo en Lituca que me cautivaba más la atención en aquellos momentos que el pasmo de su abuelo y la angustiosa situación de mi tío? ¿Qué había en ella de nuevo y de extraño para ?

Aborrezco a los hombres y quisiera amarlos, quisiera amarlos como me amo a mismo cuando me miras, Clara de mi alma. Aquí dentro hay algo bueno, algo santo, pero el sagrario en que se encierra no está guardado por ángeles, sino por diablos.