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Del gobierno doméstico cuidaban las dos, pero más particularmente la suegra, que mostraba ciertas tendencias al despotismo ilustrado. La nuera tenía el delicado talento de respetar esto, y cuando veía que alguna disposición suya era derogada por la autócrata, mostrábase conforme.

«Benditos seais, para morir por ella, «Entre el ardor de la feral batalla, «Para oponer incontrastable valla «En la tribuna al despotismo audaz. «Benditos seais, para rasgar el pecho «Del torpe Rosas, con robusta mano, «Y dar al pueblo en que nació Belgrano «De libertad y gloria la señal.

La Iglesia, que teme la irreligiosidad de la salud, ocupa, como usted dice, todas las avenidas de la vida, para que el hombre no se acostumbre a existir sin ella, llamándola únicamente a la hora de la muerte. Los muertos le producen mucho dinero, son su mejor finca; pero quiere igualmente reinar sobre los vivos. Nada se escapa a su despotismo y su espionaje.

No le faltaba más que el palo para parecerse a los que en vísperas de Navidad conducen por las calles las manadas de pavos. ¡Cómo se clareaba el despotismo hasta en sus menores movimientos! Doña Paca era la res humilde que va a donde la llevan, aunque sea al matadero; Juliana el pastor que guía y conduce.

Sólo la suposición de que la amazona gloriosa pudiera perseguirla con su venganza hacía temblar las piernas de la maestra. El general participó por reflejo de esta inquietud. Su Guadalupe era realmente temible, pero esto no podía impedir que empezase á odiarla. ¿Hasta cuándo iba á sufrir su despotismo?... Los meses sucesivos fueron de desaliento para el héroe.

El despotismo de Benavides es blando y pacífico, lo que mantiene la quietud y la calma en los espíritus. Es el único caudillo de Rosas que no se ha hartado de sangre; pero la influencia barbarizadora del sistema actual no se hace sentir menos por eso. En una población de cuarenta mil habitantes reunidos en una ciudad, no hay hoy un solo abogado hijo del país ni de las otras provincias.

Y, entonces, pensando en su pasado ingrato, en sus años de despotismo conyugal, debía sin duda, compararlos con el presente en que, enfermo y valetudinario casi, no tenía fuego en el alma, ni sangre en las venas para correr al lado de su linda mujer la carrera vertiginosa del mundo, en la cual caía como un rezagado, mientras ella, al frente de la alegre caravana, volaba cantando los aires calientes de la fuerza y de la juventud.

Estaba orgullosa de su belleza. Habló de Venus como de un personaje real. Admiraba su serenidad olímpica dándose á los dioses y á los hombres, sin dejar de ser superior aun en el momento en que sufría el despotismo del sexo asaltante.

De manera que el derecho y las garantías existen en Buenos Aires bajo el despotismo más horrible. «¡Qué buen sirviente parece este irlandésdecía a su patrón un transeúnte por Buenos Aires. « contestaba aquél ; lo he tomado por eso: porque estoy seguro de no ser espiado por mis criados y porque me presta su firma para todos mis contratos.

Pasó como un sueño, costosa manía de grandezas, la gloria militar de Carlos I: tras los males engendrados por la ambición y el despotismo, vinieron la estéril crueldad de Felipe II por conservar lo adquirido, la devoción relativamente mansa con que Felipe III imaginaba merecer del cielo lo que no sabía procurar en la tierra, y subió por fin al trono aquel Felipe IV a quien sus cortesanos llamaban Filipo el Grande, pero de quien nadie se acordaría hoy si no le hubiese retratado Velázquez.