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De pronto, El Dragón se detuvo y se puso a oscilar. Parecía un animal moribundo. La proa fué hundiéndose, hundiéndose ... hasta desaparecer en las aguas, y la popa se levantó en el aire. Luego la popa fué bajando y metiéndose en el mar y se formaron torbellinos y grandes olas encima. Las velas fueron desapareciendo majestuosamente y no quedó ni rastro de El Dragón.

Apareció en la puerta una enorme barba a la cual estaba pegado un hombre. De entre aquel enorme vellón castaño salió una voz seca y desabrida que dijo: El chocolate. En seguida, Sr. Zagarramurdi. Tome usted esta carta que han traído para el Sr. D. Carlos. ¿Qué tal está hoy? Mal respondió el de la barba dando media vuelta y desapareciendo por donde había venido.

Venían en unas canoas de dos velas de esteras que allí llaman tancales; se acercaban al barco e iban subiendo por la escala, entrando por el portalón y desapareciendo por la escotilla de la bodega. La ballenera nuestra fue y vino varias veces. Por la noche entraban los trescientos chinos en el barco. ¿Cuándo salimos? preguntó Ugarte. En seguida; cuando haya viento contestó el capitán.

Corre al pueblo y da esta carta al señor Robledo el ingeniero, ó al comisario... Al primero que encuentres. Quiso añadir nuevas explicaciones, pero el duende cobrizo ya no podía escucharlas. Se había lanzado cuesta abajo, y poco después saltaba sobre el caballo, desapareciendo al galope. Volvió otra vez Ricardo á subir la ladera arenosa para observar lo que pasaba en el rancho.

¡Y no hay medio en lo humano! Ninguno. Bien; será lo que quieras. ¡Presos don Francisco y don Juan! ¡Presos! ¡Al momento! ¡Al momento! Pues vete y manda extender las órdenes. ¿Y te quedas aquí? , no quiero asustarte desapareciendo delante de ti. Debe haber aquí alguna puerta secreta. Pues bien; ¿qué importa? bastante seguro te tengo. Mira.

Piafaron los suyos, encabritándose, castigóles él suavemente con la fusta, y aflojando de repente las bridas, los lanzó con la velocidad y el empuje de una flecha a través de la turba democrática, desapareciendo como un relámpago por la calle de Peligros.

Pasó largo rato; terminóse aquella misa y salió después otra, y poco a poco fueron desapareciendo los fieles, quedando al fin sola la Albornoz, arrodillada delante, sin poderse sostener apenas, caída la cabeza, cruzadas las manos, imagen viva de la humildad aniquilada ante la misericordia.

El bufón se levantó, llegó al secreter de la derecha, oprimió un resorte y el secreter giró dejando descubierta una obscura entrada. Adiós, duque, adiós dijo el bufón desapareciendo por ella , y no te atrevas á desobedecerme. El secreter volvió á girar. El duque quedó aterrado. Parecíale, ó mejor dicho, quería que le pareciese aquello un sueño.

Sonrió al enterarse de que Ulises quería salir inmediatamente para Nápoles. «Hace usted bien...» El tren partía dos horas más tarde. Y lo metió en un coche de alquiler, desapareciendo con precipitación. El capitán, al quedarse solo, casi creyó que había soñado lo de los días anteriores. Volvía á ver Palermo después de una ausencia de largos años.

Colocaba la hora de la justicia en la terminación de la guerra, y mientras tanto, era él quien terminaba, desapareciendo con todos sus escrúpulos de razonador lento y disciplinado. Esta noche no durmió. Temblaban las paredes del pabellón, se movían los vidrios con crujidos de fractura, suspiraban inquietas las dos mujeres en la pieza inmediata.