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Concluída la cena, hubo para cada huésped una cama, no muy blanda, pero muy limpia, y la mejor para don Simón. En buena justicia, ¿qué más había de pedir éste al hidalgo, sin ser un grosero? Acostóse, pues, sin saber lo que deseaba; durmióse al cabo... y amaneció el nuevo día, tan frío, tan lluvioso y tan desagradable como el anterior.

Ella, sin extrañar precisamente semejantes frases, sintió cierta sorpresa desagradable al escucharlas; pero pensó que a veces casualmente se dicen cosas que parecen intencionadas.

Era, además, el foro de la legislación constituyente de aquella época, y la cátedra en que la juventud más brillante de España ejercía con elocuencia la enseñanza del nuevo derecho. A pesar de todos estos honores, la villa y corte tenía un aspecto muy desagradable. Mari-Blanca continuaba en la Puerta del Sol como la más concreta expresión artística de la cultura matritense.

Es un desagradable acontecimiento para esa buena señora de Courtin... ¡Buena!... ¡Buena!... replicó la Bonnetable, ya a la defensiva. Si lo que se dice es verdad, la de Courtin no tiene nada de buena... Me asombra usted exclamó la de Dumais. Figúrense ustedes, señoras... La señora y la señorita Aimont anunció Celestina en este momento.

Mi impresión, al descender a tierra, solo, sin conocer a nadie, en medio de aquella atmósfera pestilencial, fue la más desagradable que he sentido en todos mis viajes. A los diez minutos tuve el ímpetu de volverme a bordo, instalarme de nuevo en mi cabina y seguir a los pocos días viaje para Europa.

Algo de eso ha habido siempre. ¡Caramba, qué galante! exclamó la joven empalideciendo. Siempre que has pensado que pudiera decirte algo desagradable se apresuró a rectificar el conde, advertido por el cambio de fisonomía de la idea que cruzaba por su mente. Muchas gracias. Estimo tus palabras como se merecen.

Me imagino que debe tener encima algún pago que no puede hacer. ¡Pobre muchacho! dijo el anciano, e hizo chasquear su lengua, sin duda para desechar ese pensamiento desagradable. ¡, pobre muchacho! repuso ella en tono burlón. ¿Todavía lo compadeces, quizá? ¿Eres capaz de haberle dado otra vez algo a hurtadillas?

Me reprocho mi egoísmo, puesto que eres feliz, pero como dice la Escritura, la carne es débil, y mi parroquia, mis deberes y mis oraciones no me han hecho olvidarte todavía. «Adiós, querida y buena hijita mía, terminaré esta carta diciéndote: desconfía de la imaginación». Y esta frase, produjo una impresión desagradable en mi ánimo agitado.

Y comenzó por el chiste más desagradable: sentarse al lado mío, cuando Zoraida le había ya indicado ese asiento a Julio". "21 de abril. "Hace dos semanas que Julio no viene. ¿Por qué? Es cierto que antes estaba a lo mejor meses enteros sin venir. Sin embargo, ahora lo extraño, lo extraño mucho". "22 de abril. "Hoy nos visitó Adriana Zumarán.

Reyes aquella tarde velaba el sueño de Serafina, que yacía allí cerca, en la alcoba, víctima de un agudísimo dolor de muelas que, al aplacarse a ratos, la dejaba sumirse en tranquilo sopor, aunque algo febril, no desagradable. Reyes velaba.