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Aquella noche se metió fuego á las dos galeras por tener menos que guardar, y para lo que después sucedió, fuera mejor quemarlas todas, por quitar desinios que nadie se fuese á favorescer en ellas, y porque hiciera más servicio en el fuerte la gente que se ocupaba en guardarlas, y por estar ya los turcos tan cerca del fuerte, que no se podía entrar ni salir á ellas sin gran riesgo, y así mataban cada día los más de los que les llevaban agua y de comer, tanto que no se osaba ya ir de día á proveerlas; y viendo los turcos que iban de noche, aguardaban á un barcón que estaba cerca dellas, al paso, y allí prendieron muchos en veces, así de los que iban á llevar la provisión, como de los que entraban y salían de guarda.

Dése, pues, ya la sentencia En que sea el cuerpo hermano Y el alma no; que es en vano Querer que tenga paciencia; Pero, aunque vencido estoy Y a la muerte condenado, Quiero morir coronado Pues como víctima voy. Dadme, hermosas flores bellas, Rubí, zafir y esmeralda Para hacer una guirnalda. Haga que compone una guirnalda. JARIFA. Bien es que te adornes dellas.

Venia enfin, y por remate dellas Una resplandeciendo, como hace El sol ante la luz de las estrellas. La mayor hermosura se deshace Ante ella, y ella sola resplandece Sobre todas, y alegra y satisface. Bien asi semejaba, qual se ofrece Entre liquidas perlas y entre rosas La aurora que despunta y amanece.

Antes de llegar descubrieron dos naves: fueron D. Sancho de Leyva y Scipión de Oria, y tomó cada uno la suya; la gente dellas se huyó en tierra. También descubrieron dos galeotas en la Cántara. Según se ha entendido de los esclavos dellas, estaban ya los turcos para huirse en tierra si vieran que iban nuestras galeras á ellas. Debiéronlo dejar por ser ya tarde.

PELAYO. ¡Cómo pescuda por ellas, Y por los zagales no! Pelayo, señor, soy yo. D. TELL. ¿Sois algo de alguna dellas? PELAYO. , señor, el porquerizo. D. TELL. Marido, digo, o hermano. NU

Y, diciendo y haciendo, se entraron los dos, uno tras otro; pasando un zaguán, donde estaban algunos de los convalecientes pidiendo limosna para los que estaban furiosos, llegaron a un patio cuadrado, cercado de celdas pequeñas por arriba y por abajo, que cada una dellas ocupaba un personaje de los susodichos.

Pero yo, ¿cómo puedo imitalle en las locuras, si no le imito en la ocasión dellas? Porque mi Dulcinea del Toboso osaré yo jurar que no ha visto en todos los días de su vida moro alguno, ansí como él es, en su mismo traje, y que se está hoy como la madre que la parió; y haríale agravio manifiesto si, imaginando otra cosa della, me volviese loco de aquel género de locura de Roldán el furioso.

NARV. Moro, la libertad que yo te he dado Me obliga a tu defensa; y sabe el cielo Que te he dado tres cosas en un día, Que es dellas cada cual la más preciosa: La libertad, la honra, y hoy la vida. Vuelve a Coín; pero primero jura Que no has de dar a Alara pesadumbre; Que si lo , ¡por vida del Rey! juro Que he de quemar tu casa, y a ti en ella, Cuando fuera Coín Granada o Córdoba.

Pero yo imagino que toda la industria del señor bachiller no ha de ser parte para volver cuerdo a un hombre tan rematadamente loco; y si no fuese contra caridad, diría que nunca sane don Quijote, porque con su salud, no solamente perdemos sus gracias, sino las de Sancho Panza, su escudero, que cualquiera dellas puede volver a alegrar a la misma melancolía.

El Rey: D. Mateo Ibañez de Segovia, de la Orden de Calatrava, mi tesorero general, yo os mando que de cualquier dinero que se os esta hecho o hiciere cargo en mis arcas de tres llaves, sacándolo dellas con intervención de los contadores de la razón de mi hacienda que tienen las dos, déis y paguéis a Diego Velázquez, pintor, cuatrocientos ducados en moneda de plata, que valen ciento y cincuenta mil mrs.