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Era el coche de las infantitas, que iban de paseo, o el del ministro de Estado que entraba. Deteníanse a ratos delante de los cristales de la habitación de doña Tula, porque desde dentro personas conocidas les saludaban con expresivo mover de manos.

Atravesaron un gran patio lleno de mausoleos de más o menos lujo, después otro patio que era todo nichos; pasaron a un tercero en el cual había sepulturas abiertas, recién ocupadas, y paráronse delante de una en la cual estaban aún los albañiles, que acababan de poner una lápida y recogían las herramientas.

Sólo entonces la señora de Freneuse consintió en verme y no puedes figurarte la intransigencia de tu hermana... Hasta el último minuto no se presentó delante de mi y si me estrechó la mano fué porque afirmé que iba á arriesgar mi vida por salvarte. ¡Querida María! Y , pobre Cristián, también has sido desgraciado por mi causa... Pero tomaré un brillante desquite.

30 Y pondrás en el pectoral del juicio Urim y Tumim, para que estén sobre el corazón de Aarón cuando entrare delante del SE

«Y la juventud huía, como aquellas nubecillas de plata rizada que pasaban con alas rápidas delante de la luna... ahora estaban plateadas, pero corrían, volaban, se alejaban de aquel baño de luz argentina y caían en las tinieblas que eran la vejez, la vejez triste, sin esperanzas de amor.

, el Escorial me ha probado siempre bien repuso la señora sin apartar su mirada distraída del horizonte. ¿Por qué no viene más a menudo? se atrevió a preguntar la mimada doncellita. Elena no contestó. Al cabo de un rato apartó los ojos del paisaje y los volvió al armario de espejo que tenía delante.

Aún tenía delante de todo aquel año que empezaba entonces, y durante el cual ella y el conde Enrique, habían concertado ya con su hermano mayor, permanecer en el castillo, mientras duraba el riguroso luto y acababa de hacerse el deslinde y las particiones de la muy corta hacienda, en la que todavía muy poco les tocaba.

Sin embargo, al cabo de algunos momentos percibí un murmullo no lejos, y a fuerza de mirar con intensidad, logré ver el bulto de un sacerdote sentado en una silla próxima a la puerta y el de un caballero que, de rodillas delante de él, se estaba confesando. El cura tenía un brazo echado sobre el cuello del penitente y acercaba el oído a su boca.

Después, cuando me dirigí a mi cuarto con mi luz en la mano, di una vuelta para pasar por delante de su puerta, con la esperanza de encontrarlo en el corredor, pero todo estaba desierto y la puerta cerrada con llave. Sólo el ruido de sus pasos que sacudían la casa, resonaba en el interior. En el cuarto de Marta reinaba un silencio de muerte. Apliqué el oído al agujero de la cerradura: nada se oía.

El Gobernador, adelantándose á sus huéspedes, subió dos ó tres escalones, y abriendo una de las hojas de la gran ventana del vestíbulo, se encontró cerca de Perla. La sombra de la cortina ocultaba parcialmente á la madre. ¿Qué tenemos aquí? dijo el Gobernador mirando á la figurita color de escarlata que estaba delante de él.