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El perro vaciló un instante, dejó de ladrar y mostró bastante claramente la resolución de volverse otra vez a dormir como si no hubiera pasado nada; pero la vieja no se dio por satisfecha; exigía un acto de sumisión. ¡Aquí, Cuco! ¡Aquí, ahora mismo! El Cuco bajó la cabeza humildemente y emprendió hacia ella una marcha lenta, penosísima, como si el camino estuviera erizado de peligros.

Al grito del chico y al ruido que produjo su caída acudió la gente; le levantaron y le prestaron los primeros socorros, estancándole la sangre con telas de araña y poniéndole un pañuelo a guisa de venda. Mientras se llevaron a cabo estas operaciones, no dejó de murmurarse, aunque en voz baja, de la brutalidad del cura.

Iba á casarme con ella cuando ocurrió la catástrofe... Parece que estoy viendo á la madre de Jacobo cuando llegó á mi casa una mañana, medio loca de dolor y de espanto, se dejó caer en un sofá, pues no podía tenerse en pie, y me dijo sollozando: acaban de prender á Jacobo... en casa... hace un momento... ¿Se acababa de descubrir la muerte de Lea Peralli?

Doña Clorinda dejó caer otra inmediatamente, con acompañamiento de una puñalada de sus ojos, y se alejó, altiva y desdeñosa, mientras Valeria miraba al techo con desesperación. Volvió á huir Miguel. Le daba miedo la cara de Alicia, la agresividad nerviosa de su voz, que no había oído, pero que se dejaba adivinar en el estremecimiento de sus labios.

Y siempre con la santa casa. Así se lo dijo, y siempre con voz muy alta. El joven le contestó muy quedo: Señora, he tenido que hacer.... Pero ella no le dejó concluir, y dando gritos exclamó: No alce usted la voz, caballerito. ¿A qué grita usted de ese modo? Está mi sobrina muy mala, y viene usted á incomodarla. Si no ha venido aquí más que para incomodar....

No tengo otra intención, abuela. Te dejo perfectamente libre para tomar el pulso a tu vocación futura... Aquí hice un movimiento de cabeza afirmativo. Pero estimo que si esos estudios preliminares van a durar diez años... ¡Adiós!... Estoy cogida. ...No habrá ya para ti ninguna probabilidad de matrimonio.

¿Qué te mezclas ? ¡Canalla! ¡Miserable! gritó Ugarte. Y, en su furor, sacó una de las limas de las sacadas del pontón, que aun llevaba, e hirió al irlandés en la mejilla. Este, de pronto, se levantó, cogió el banco en donde estaba sentado, lo alzó en el aire y le dio a Ugarte tal golpe en la cabeza, que lo dejó muerto.

Mas ; mi pensamiento juzga por el presente y se deja llevar de la amargura... Recordaré el pasado, que en mi mente dejó tántos recuerdos de ventura. Niñez, amor, ensueños encantados, que murieron cual flores con el dia, vanos fantasmas de placer mentido, dejando sus recuerdos amargados por el dolor de haberlos ya perdido.

Por graves que hayan sido las faltas de la señorita Guichard hacia , no me considero como absolutamente desligado de los compromisos que con ella contraje. He prometido no obligarte jamás á separarte de ella; te dejo, pues, en libertad. Si quieres quedarte, nos quedamos. Si partimos, es preciso que sea por que hayas dicho: "¡Quiero partir!" ¡Oh! Mauricio, ¿qué exiges de mi?

Notó que estorbaba allí el amo de la casa, pero nada más. Ana afectuosa, lánguida todavía, había estrechado la mano a su confesor, que sin darse cuenta, prolongó cuanto pudo el contacto. Don Víctor los dejó solos a eso de las seis. Le esperaban en el Gobierno civil para una junta de ganaderos. Se trataba de traer sementales del extranjero.