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El zapatero, con la cabeza baja, sin dejar su trabajo, seguía atentamente la relación de tantas maravillas. Todos convenían en lo mismo cuando callaba Gabriel.

Realmente, la variación sufrida por Ruiloz en poco tiempo era tal, que sólo un ciego podía dejar de observarla.

La vanidad austríaca no hubiera puesto su boca prominente debajo de la nariz borbónica, símbolo de doblez, con más acierto y simetría que como estaba en la cara de Fernando VII. Dos patillas muy negras y pequeñas le adornaban los carrillos, y sus pelos, erizados á un lado y otro, parecían puestos allí para darle la apariencia de un tigre en caso de que su carácter cobarde le permitiera dejar de ser chacal.

A los agravios alegados por los señores de Jardye y Hermany en nombre del barón, los señores Rambert y Evelyn contestaron en el de su cliente, que tales agravios eran imaginarios, pero puesto que el señor de Maurescamp se consideraba ofendido, el señor de Lerne, no podía dejar de inclinarse ante su apreciación.

En este monstruoso sistema, la unidad absoluta es inseparable de la necesidad absoluta; lo existente y lo posible se confunden; nada de lo que es, puede dejar de ser; nada de lo que no es, puede ser.

Verdad es, que nuestro país no es de aquellos que se conocen a la primera ni segunda vista, y si no temiéramos que nos llamasen atrevidos, lo compararíamos de buena gana a esos juegos de manos sorprendentes e inescrutables para el que ignora su artificio, que estribando en una grandísima bagatela, suelen después de sabidos dejar asombrado de su poca perspicacia al mismo que se devanó los sesos por buscarles causas extrañas.

El último trasto que se saca, casi siempre una silla, cuyos pies desiguales le dan cierto aire de grotesca melancolía, ante el cual sólo el pincel de Dickens es capaz de levantar el poema que surge de la observación sentimental de los objetos. ¡Qué momento ese, en que el último, después de dejar desiertas las habitaciones, cierra la puerta de la calle tras de ! ¡El eco cavernoso responde entre los ángulos de los cuartos abandonados, el eco solo, voz solemne de lo vacío, de la soledad, de las tumbas!

Abandonar pues la religion católica, será abjurarlas todas; será tomar el partido de vivir sin ninguna; dejar que corran los años; que nuestra vida se acerque á su término fatal, sin guia para lo presente, sin luz para el porvenir; será taparse los ojos, bajar la cabeza, y arrojarse á un abismo sin fondo. La religion católica nos ofrece cuantas garantías de verdad podemos desear.

Hacía tiempo, mucho tiempo, que Godfrey no había expresado algo tan positivo. Nancy se estremeció. Pero su dignidad natural y su repugnancia instintiva a dejar traslucir ninguna emoción, la permitieron permanecer completamente tranquila en su silla.

Absolutamente, es muy natural. Además, siempre me ha gustado verla divertirse. ¡Oh! este estreno no es para una diversión, inquieta como estoy por la salud de mi padre... Entonces, supongo que no es por la pieza por la que va al teatro esta noche... no pudo dejar de decir Juan.