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Este campo toma su nombre de algunos sauces que allí dejan caer sus ramas sobre toscos bancos de piedra, donde los honrados vecinos se sientan a tomar el sol en invierno o a respirar la brisa en verano.

Aun las propiedades esenciales están afectadas en cierto modo por la condicion del tiempo; porque si bien prescinden de él, si se las considera en general, no es así cuando están realizadas, es decir, cuando dejan de ser una pura abstraccion y son una cosa positiva.

Allí la cosa tiene de too: poco trabajo, buena ginebra, buen tabaco y buen café; pero hay que sudar el quilo á cada paso.... Dispués, hoy que la cólera, mañana que el gómito negro.... ¡Tiña, y qué intención más mala tienen estos incomenientes con el probe marinero!... Al que acanzan con el bichero, hasta que le matan no le dejan.

Los gatos dejan muchos pelos en la ropa exclamó la zagala dando un cariñoso empujón á su amiga que por poco le hace caer de espaldas. ¡Vaya, que antes ya le pasarías la mano sobre el lomo!... ¡Pobrecito! ¡pobrecito menino! ¡Fu! ¡fu! ¡Zape! gritaba la niña emprendiéndola á pellizcos con la burlona y retorciéndose de risa. Sin embargo, al cabo quedó seria.

Detenidos éstos en la mencionada capa social, sólo de ella pueden los escritores esperar hoy el galardón que apetecen. Lo malo es que las gentes que forman esta capa social son, a mi ver, poco a propósito para el fallo. Egoístas en grado sumo, se dejan arrastrar de la pasión o del interés del momento.

Sin duda por esta causa, son muchos los que hacen el viaje hasta la Ciénaga ó Luyanó, después de despedirse de amigos y familiares con los ojos arrasados por las lágrimas, y gritando desde la plataforma que telegrafiarán, en cuanto lleguen á Songo. Un caballero de aspecto pacífico y eminentemente mercantil es el que primero rompe el fuego, con estas palabras, que nos dejan sorprendidos.

Los artesanos dejan sus obradores, salen los vecinos á las puertas de las casas, los devotos que estaban en el nuevo templo haciendo sus annefilas acuden á las puertas esteriores del atrio: asoma por la parte de occidente una apiñada muchedumbre, y distínguese á intérvalos una voz aguda á la que sigue una algazara estraña de aplausos, silba y descompasados ahullidos.

Pilar Gonzalvo era tolerada en las casas distinguidas de Madrid; ser tolerado es un matiz del trato social, y otro matiz ser admitido, como su hermano lo era: más allá del tolerar y del admitir queda aún otro matiz supremo, el festejar; pocos gozan del privilegio de que los festejen, reservado a las eminencias, que no se prodigan y se dejan ver únicamente de año en año, a los banqueros y magnates opulentos, que dan bailes, fiestas y misas del gallo con cena después, a las hermosuras durante un breve y deslumbrador período de plena florescencia, a los políticos que están en puerta como los naipes.

Ya las estamos viendo. ¿Le parece a usted poco el desarrollo que dejan tomar a la guerra? ¡Si hubieran hecho ahora lo que Prim el 69!... Por supuesto que, tarde o temprano, tendrán que hacerlo: con los convenios no se adelanta nada.

Ese hombre se comerá lo que quiera, y hará muy bien si es que le dejan, pues tales son las leyes de la vida; pero va a prestar a la civilización un gran servicio. Hombres como él son los que han hecho la América que nos atrae y los que la harán todavía más grande.