United States or Tuvalu ? Vote for the TOP Country of the Week !


¿Pero qué puede suceder?... Yo veo á Calderón marchar de frente hacia el cadalso, sin verle, confundiéndole con el trono. ¡Ah! Dejad que suba solo al cadalso... cubríos... ¡Cómo! ¡Pelegrín! ¡crees...! Lo creo posible todo.

Estos y otros iguales pensamientos, ni más lisonjeros ni menos recelosos, pasaban por la mente del caballero mancebo, durante el coloquio de Cigarral, lo cual leído por la sagacidad escuderil de éste, sin más tardar le habló a su amo de esta manera: Por cierto, señor, que muy mucho agraviáis mi alta capacidad, y en bien poco tenéis mi ingenioso magín, si así os inquietáis por tan poca cosa; dejad penas y sabed que en manos está el son que sabrán a buen tiempo coger el compás.

D. Fernando VII y sus legítimos sucesores en la corona de España; ¿no son estos vuestros sentimientos? Esos mismos son los objetos de nuestros conatos. Reposad en nuestro desvelo y fatigas; dejad á nuestro cuidado todo lo que en la causa pública dependa de nuestras facultades y arbítrios, y entregaos á la mas estrecha union y conformidad recíproca en la tierna efusion de estos afectos.

Al principio le dábamos al guardián alguna moneda para tenerle contento; pero luego le cogíamos la lancha sin decirle nada. Mientras veía que entrábamos en el bote, hacía como que no se fijaba; pero cuando pasábamos por delante del agujero de Caracas, Shacu se adelantaba y se ponía a gritar con todas sus fuerzas: ¡Dejad esa lancha, granujas!

El alcalde intervino paternalmente. Hombre, es demasiado dijo al patrón . Todo se lo llevan, y los carabineros se quejarán. Dejad al menos algunos bultos para justificar la aprehensión. Nuestro amo estaba conforme. Bueno; haced unos cuantos bultos con dos fardos de la peor picadura. Que se contenten con eso. Y se alejó hacia el pueblo, llevándose en el pecho toda la documentación de la barca.

D. ENR. Dejad las azagayas. SANCHO. A la pared, Pelayo, las arrima. PELAYO. Con pie derecho vayas. SANCHO. ¿Cuál es el Rey, señor? D. ENR. Aquel que arrima, La mano agora al pecho. SANCHO. Bien puede, de sus obras satisfecho. Pelayo, no te asombres. PELAYO. Mucho tienen los reyes del invierno Que hacen temblar los hombres. SANCHO. Señor... REY. Habla, sosiega.

¡Por piedad, no me abandonéis! exclamó temblando la llorosa doncella. No lo temáis, le dijo Roger resueltamente. Y vos, Hugo de Clinton, no debiérais olvidar, pues noble sois, que nobleza obliga. Deponed vuestro furor y dejad partir en paz á esta dama, como os lo pide encarecidamente, no un villano, sino un hombre tan bien nacido como vos. ¡Mientes!

¡Ah! ¡os envía mi hermano el arcipreste! perdonad, perdonad otra vez; estos pajes... ¡eh! ¡dejad ahí esas fuentes; son de la tercera vianda, venid para acá! pero señor, ¿qué hacen esos veedores? ahora tocan las empanadas de liebre, los platillos á la tudesca y las truchas fritas.

En efecto, señor, y me habéis dado un buen susto dijo la duquesa. Vos no sabíais que en las habitaciones de la reina había puertas ocultas, ¿eh? pues ni yo tampoco. Pero vuestra majestad... si saben... Os diré: nadie puede saber nada, porque he venido emparedado. Dejad, dejad que vuelva de mi susto, señor; ¿conque es decir que si no hubiera sido vuestra majestad...?

Ya están las niñas con cada ojo... dijo doña María observando que sus hijas atendían a la planteada discusión con demasiado interés . Niñas, dejad a los hombres que debatan estas cosas tan intrincadas. Ellos se sabrán lo que se dicen. No abrir tales ojazos, y miren los cuadros y las pinturas del techo, o hablen conmigo, preguntándome si se me alivia el dolor del hombro.