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10 Le dicen sus discípulos: Si así es el negocio del hombre con su mujer, no conviene casarse. 14 Y Jesús dijo: Dejad a los niños, y no les impidáis de venir a ; porque de los tales es el Reino de los cielos. 15 Y habiendo puesto sobre ellos las manos se fue de allí. 16 Y he aquí, uno llegándose le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?

Una sola palabra. ¿Quieres que traiga aquí á doña Clara? No... no... no quiero atormentarla... ella no tiene la culpa... dejad á doña Clara en paz. ¿Pero no habías pensado vengarte?... Me vengaré, Manuel, pero noblemente. Aborrezco á esa mujer, pero sólo como á una cosa que me hace daño... no quiero ser infame... que nada sepa doña Clara... no hay necesidad, basta con que lo sepa él.

Basta; lo que me tengáis que decir me lo diréis en un memorial. ¿Y cómo podré dar á vuestra majestad ese memorial, rodeada como está vuestra majestad siempre de enemigos pagados por el duque? Dejad esta tarde vuestro memorial en uno de los mirtos que están bajo los balcones de mi recámara, en el palacio de El Pardo . Y me retiré al interior de la carroza.

Dejad que le aplique a la loca el castigo que merece su falsedad. Si tuviera tiempo, me parece que le haría sentir a esa tonta que no tiene derecho a reírse de nosotros. Pero comprended, Mathys; yo estaré junto a ella, y la condesa en su enojo se exaltará tanto contra como contra ella. Estoy cansada de estas escenas odiosas; si tengo que seguir soportándolas, prefiero huir de Orsdael.

Dejad en el suelo El arcabuz, y advertid Que os le estorbo, porque quiero No atribuyáis á ventaja El fin de aqueste suceso. Que para , basta sólo La banda de vuestro cuello, Cinta del sol de Castilla, A cuya luz estoy ciego. ¿Al fin me habéis conocido? Miradlo por los efectos. Pues quien nace como yo, No satisface, ¿qué haremos?

Dejad estos silenciosos lugares en que el hombre yace en un triste abatimiento; seguid como habeis seguido hasta ahora nuestras huellas.

¡Capitán! exclamaron algunos de los oficiales al verle dirigirse hacia la estatua como fuera de , extraviada la vista y con pasos inseguros... ¿qué locura vais á hacer? ¡Basta de broma y dejad en paz á los muertos!

Hízose una pausa, que interrumpió el anciano duque: Guardemos compostura, vizconde. Recordad que tenemos una alta obra que cumplir. Dejad para otro momento vuestros arrebatos y vuestras bromas. ¡Para otro momento, querido consuegro? ¿Para cuándo? ¿Para cuándo tenga que estarme otra vez años y siglos, ahí, rígido en el cuadro, aunque me pique la nariz o se me duerma una pierna?

Volveos al lado de quien estábais, y dejad a los demás que a sus negocios vayan, que otra cosa no os importa, ni yo he de permitirlo. Oyendo estuvo Cervantes estas palabras en silencio, el sombrero en la mano, el amor en los ojos y la sonrisa en los labios; y atentas estuvieron también a aquellas palabras, Margarita asombrada y la tía Zarandaja alegre.

Dejad de revolcaros en el fango de la concupiscencia y de la imprevisión, y seguidme a la capilla, que Jesús nos espera, con los brazos abiertos y tendidos. No sin echar antes una melancólica mirada al fondo desierto de sus respectivos cuadros, todos siguieron al fraile, como dominados por su ojo aquilino.