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Las capillas laterales, los rincones quedaban sepultados en sombra. En el medio de la nave brillaba sobre un grupo de fieles el resplandor azulado que dejaban caer desde la altura las ventanas del cupulino, y a veces, cuando el viento movía las cortinas, resplandecía en el aire una ráfaga luminosa, que iba a posarse en la faz apergaminada de un viejo, o en el rostro de una mujer bonita.

Aunque los colores del cuadro de la vida humana que se desplegaba en la plaza del mercado fueran en lo general sombríos, no por eso dejaban de estar animados con diversidad de matices.

El viento soplaba con un poco menos de violencia, pero la noche era clara; colocose un buen marinero en la barra del timón para evitar la deriva, y continuó la embarcación con rumbo al Oeste. Hacía algún tiempo que se dejaban llevar en esta dirección, cuando el marinero de guardia gritó: ¡Barco a estribor!

Al siguiente día los náufragos del junco dejaban la aldea de Uri-Utanate, y descendían la corriente del río Durga en una de las mayores y mejor provistas embarcaciones de aquellos naturales. El hijo del jefe y doce de los más hábiles marinos indígenas les acompañaban para defenderlos de los piratas de la costa y guiarlos hasta las islas Arrú.

Pero los Turcos valientes y atrevidos no dejaban por todos los caminos que podian de ofender á los nuestros, y poner en duda la victoria, que hasta al medio dia anduvo varia; pero el valor acostumbrado de los Catalanes la hizo declarar por su parte con notable daño de los Turcos.

El tiempo que le dejaban libre sus oraciones lo empleaba en leer libros devotos, los cuales formaron al poco tiempo una biblioteca casi tan numerosa como la de novelas. Las vidas de las santas le placían sobre todos los demás.

Cuando Cobo hubo realizado varios de aquellos viajes de un coche a otro, que no dejaban de ser peligrosos por la velocidad del tren, Lola Madariaga, fijando una mirada burlona, primero en Clementina, luego en Alcázar, dijo a éste: Alcázar, ¿se atreve usted a ir a pedir a la condesa de Cotorraso su frasco de sales? Me siento un poco mareada.

Tampoco dejaban de ver aquí y allá, en lo alto de las rocas ó al torcer de un camino, pequeños grupos de caballeros y soldados del rey Carlos, que los contemplaban en silencio; vista que ponía de muy mal humor al barón, quien hablaba nada menos que de caer espada en mano sobre aquellos soldados neutrales.

MUJER. Disparates: los átomos del sol, el ave fénix, y la leche de todas las cabrillas Allí donde los investidos de autoridad dejaban de tenerla, soltaban o bajaban las varas.

El pajar estaba solamente cubierto por las tejas. Como éstas no ajustaban herméticamente, por los claros que dejaban penetraba la luz, que por breves intervalos hería el rostro de la condesa. Yo me colocaré á la ventana y recibiré la hierba que me den las mujeres. Usted, señorita, ¿quiere ser la encargada de esparcirla? , ; estoy dispuesta á trabajar mucho; empieza cuando quieras.