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Lo que percibe, no es la idea sino el objeto de ella; si esta idea no envolviese una relacion al objeto, dejaria de ser idea para el espíritu, no le representaria nada, á no ser que se representase á misma. Desde el momento que él se presenta, que es visto ó solamente advertido, deja de ser idea y pasa á ser objeto.

Así es que si me hallo con bríos para pegársela al mismo Satanás, de quien estos pícaros dicen que soy sobrina carnal, ¿cómo no he de poder pegársela a doña María, que aunque principalota, se deja embobar por un credo bien rezado y por una parla sobre la gente antigua, siempre que cuide uno de adornar el rostro con dos lagrimones, de cruzar las manos y mirar al techo, diciendo: «¡Señor, líbranos de las maldades y vicios de estos modernos tiempos!»?

Contra este Mendoza, que atacó también á las comedias en otros dos escritos titulados Eutrapelia y El buen gusto, apareció una defensa de la comedia bajo el título de Respuesta á un papelón que publicó el Buen Celo, por rondas, que los amantes hacen por las calles de sus damas en las noches obscuras de invierno, en que no es fácil que se conozcan unos á otros, de lo cual se deduce que, si alguno por no coger un constipado deja sus amores para el verano, no aprovechará tampoco en esa escuela, porque en ella sólo se enseña á enamorar en pleno invierno.

Si en este instante me preguntaran si he visto una iglesia, un alcázar, un panteon ó un baluarte, casi no sabria qué responder. Efectivamente, Nuestra Señora de Paris nos deja una memoria confusa, tan confusa como deliciosa, porque confuso y delicioso es el arte misto que allí impera. Aquel arte no es un monarca, es un tirano, pero un tirano creador y espléndido.

Puede que me encontrase mejor de lo que estoy, y no tuviese que pasar un siglo clavada en este sofá, con el cuerpo sujeto y la imaginación loca y suelta por esos mundos de Dios.... Porque así, no gozo descanso: siempre se me figura que el ama me ahoga la niña, o me la deja caer. Ahora estoy contenta, teniéndola aquí cerquita.

No, porque me necesitáis... no... porque sin no sabríais muchas cosas que pasan en palacio... no... porque vos no tenéis derecho para reprenderme... me habéis perdido. ¡Estás loca! exclamó el duque levantándose irritado. Loca, ; fuera de ... desesperada... ¿qué me importa todo...? se va... me deja... me abandona... y no ha de irse. Volvióse á sentar el duque.

En esto pasó la duquesa: «¿Qué te ocurre, camuesín?» «Que Patón no me deja entrar.» «Pues no faltaba otra cosa, hijoHijo me llamó; sentí como que el corazón se me deshacía; y siempre que lo recuerdo experimento la misma sensación.

Los riesgos que tiene un coche y El trato muda costumbres son comedias de enredo exclusivamente, sin contener nada de característico; la acción es natural y graciosa, y su plan no deja nada que desear en cuanto al orden y sucesión artística de las escenas.

Elisa empezó, pues, a flirtear con el Condesito. Pronto logró enamorarle un poco; pero no era el Condesito de los que se rinden y se esclavizan con facilidad. La flirtation no deja rastro, ni huella, ni señal de la herida, y puede no obstante penetrar en lo profundo del alma y herirla de muerte.

Allí quedan "sus padres; sus hermanos, en el perdido hogar"; más allá deja "a la dulce extranjera, su alegría", y sobre todo amor, su "amada" tierra. ¡Oh, la tierra de todos sus encantos, la idolatrada tierra, "dolor de sus dolores" de patriota y sueños de sus sueños de poeta!