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CELIO. Señor, lo que intentas mira. D. TELL. No mira quien está ciego. CELIO. Que repares bien te ruego, Que forzalla es crueldad. D. TELL. Tuviera de piedad, Celio, y yo no la forzara. CELIO. Estimo por cosa rara Su defensa y castidad. D. TELL. No repliques a mi gusto, ¡Pesar de mi sufrimiento!, Que ya es bajo pensamiento El sufrir tanto disgusto.

Mandó Orellana desde luego tomar las armas á la tropa, que no estaba destinada á la defensa de los puestos, y salió del recinto, para observar por mismo la intencion, y halló que verdaderamente habian los rebeldes descendido hasta la falda de las alturas que ocupaban: pero suspendieron la continuacion de su marcha hasta las 6-1/2 de la mañana, en que divididos en muchos trozos, y con un movimiento de ambos ejércitos, dieron principio al cuarto ataque, con mayor desesperacion y ferocidad que los anteriores, haciendo ademanes, que manifestaban la confianza que aquel dia tenian del vencimiento.

Y en lo de mi partida, sea luego; que yo no tengo más voluntad que la vuestra: disponed vos de a toda vuestra guisa y talante; que la que una vez os entregó la defensa de su persona y puso en vuestras manos la restauración de sus señoríos no ha de querer ir contra lo que la vuestra prudencia ordenare.

Otros, los más, la censuraban con acritud. Un sacerdote no puede obrar como los demás en tal caso. Es un ministro de Jesucristo y debe proceder siempre con caridad aunque sea en legítima defensa. El P. Gil estaba profundamente indignado, aunque guardaba silencio. Un sacerdote, antes que ensangrentar sus manos, no sólo debía dejarse robar, sino matar.

Pase llegué a decirles , que Pepazos, que está «allá» desde anoche, solo, desprevenido... ¡Pero los otros!... bien pertrechados de medios de defensa, con víveres abundantes... En fin, que de éstos casi respondo yo.

Julio Simon se dirige a la tribuna; distinguidísima figura de anciano, cara inteligente, voz débil y una habilidad parlamentaria portentosa. Protesta contra el espíritu del artículo; a su juicio, los funcionarios tienen el derecho de ser calumniados; su única acción, la única defensa a que deben acudir, es su conducta, irreprochable, sin sombras.

Le indignaban aquellas injustas y malévolas palabras, pero no se atrevía á salir á la defensa de su querida por miedo de enojar á Mercedes. Ni la subo ni la bajo manifestó Frasquito en tono agrio. Digo lo que todo Cádiz sabe. Si no lo quieres confesar, será también porque está tu hermana delante. La disputa iba tomando mal sesgo. La madre de las Cardenalas se creyó en el caso de atajarla.

La crisis era violenta y calmosa, de desarrollo fácil y término decidido. El enfermo apenas tenía movimiento y vida más que en la cabeza; no padecía nada; se iba por rápida y llana pendiente, sin choque, sin batalla, sin convulsiones, sin defensa. «Muere bien» dijo en voz baja el médico.

Yo doy por cierto y constante que Berenguer robe, destruya, y abrase las costas vecinas como él ofrece; ¿pero quién nos asegura que al tiempo que él estuviere corriendo los mares, los pocos que quedaren en Galípoli no sean perdidos? ¿Y entonces Berenguer á donde podrá su armada, donde los despojos de su victoria? ¿No le queda puesto ni lugar seguro hasta Sicilia; pues yo por mas cierto tengo el perderse Galípoli si él sacáre la gente que está en su defensa para guarnecer la armada, que seguro de su victoria.

No tenía miedo, pero maldecía la hora en que se le ocurrió entrar en la taberna, sitio extraño que parecía robarle su energía. Aquí había perdido aquella entereza que le animaba cuando sentía bajo sus plantas las tierras cultivadas á costa de tantos sacrificios y en cuya defensa estaba pronto á perder su vida.