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¡Ah! hija mía, no sabrá decir nada dijo Silas ; las gentes de la burguesía no iban nunca al Patio de la Linterna, pero quizá alguien sepa decirme dónde queda la casa de la Prisión, en la que se encuentra la cárcel. Conozco mi camino desde allí, como si lo hubiese visto ayer.

Siéntese usted, amigo mío le dijo apiadándose de él ; repóngase un poco, y dígame luego cuanto tenga que decirme.

Y en cambio usted contestó impúdicamente se ha regocijado de su vida. ¿Quién es el que se tomaba la molestia de traerme sus noticias? ¿Quién es el que venía todos los días a decirme en la cara: está mejor? ¿Quién es el que me obligaba a leer sus cartas y las del médico? Hace casi ocho meses que usted me estaba asesinando con su salud. ¡Qué menos que un cuarto de hora para regalarme con su muerte!

»Una vez dio en faltarme carta vuestra más de lo acostumbrado, que era bien poco, y la primera que tuve al cabo de los meses fue tuya y para decirme que tu padre se había muerto de un tabardillo enconado, o cosa por este arte.

Hoy es la primera vez que hemos hablado largamente. ¿Sabes lo que me ha preguntado en seguida?... Que por qué no estoy en la guerra. En vano le he dicho que yo soy neutral y le he demostrado que la guerra no me interesa. «Si yo fuese hombre, sería soldado.» ¡Y si hubieras visto su mirada al decirme esto!... Lubimoff dedicó una sonrisa despectiva á esta mujer.

Si mi ciencia y mi saber tuviesen la eficacia que imaginas, aún viviría tu madre, hija mía... Pero ¿quieres decirme en qué piensas, Magdalena, para perder así el tiempo? Mira que son ya las diez y Amaury debe venir a las once, pues a esta hora le he citado.

Se conoce que acaba de llegar. Es chiquitín, regordete, colorado como una remolacha, y se sonríe como si estuviese contento. Está, sin embargo, de luto. Mira, Juana, yo no tengo gana de recibir visitas. Dile que me duele la cabeza, que vuelva otra vez si tiene algo importante que decirme, que hoy no recibo.

Apoyé la cabeza sobre una de aquellas vetustas piedras y me eché a llorar. ¡Ah! pensaba, cuánta razón tenía mi cura, al decirme, hace mucho tiempo, mucho, que no se discute con la vida, sino que se le sufre! Toda mi lógica no vale nada ante las circunstancias. ¡Qué triste es, Dios mío, qué triste es verse tratada como una chiquilina sin importancia!

, ; ¿y no os han dicho lo mismo los ojos de doña Clara? ¡Ah, , !, pero al decirme sus ojos soy tuya, había en ellos alegría, confianza. ¡Pureza! ¡decidlo de una vez! ¡y en los míos debió de haber dolor, vergüenza! ¡Dorotea! ¿por qué os he visto? ¡Por qué! porque Dios es bondadoso y justo, porque Dios sabía que mi alma estaba sedienta de amor y en vos me lo ha dado.

¿Quién había de decirme murmuró roncamente el sargento mayor , la noche en que no quién me quitó esta muchacha recién nacida, que había de llegar un momento en que nos sirviese de mucho? Siguió Guzmán contemplando por algún tiempo y de una manera profunda á la joven, y al cabo dijo: Bien empleado os está lo que sufrís; ¿quién os manda fiaros del primero que llega?