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Que , sufriendo y ocultándomelo, revelas una falta grande de confianza, que es falta de cariño; y yo, aquejerándome, como dicen en Andalucía, por tu reserva, demuestro quererte mil veces más. Pero, ¿de dónde has sacado que tengo disgustos? Eso te faltaba, añadir el disimulo a la falta de confianza. ¿No quieres decirme lo que te pasa?

El arroyuelo, que corría junto a la choza de su padre, seguía corriendo: pero ya no iban allí mujeres a lavar la ropa como antes. Portentoso era que todo hubiese cambiado de tal suerte en sólo tres años. Acertó entonces a pasar un hombre por allí cerca y Urashima le preguntó: ¿Puedes decirme, te ruego, donde está la choza de Urashima, que se hallaba aquí antes?

Yo creí que sabrías dónde estaba, que os habíais marchado los dos sin decirme nada. ¿De manera que no sabes?... Yo no. ¿Cuándo hablaste con ella por última vez? El mismo día de llegar aquí; hace ocho días. Cuando te fuistes a comer a casa de la señora de Briones, Catalina, la monja y yo nos fuimos a la fonda.

Aparecen las actrices sobresaltadas, los rostros embadurnados, prendiéndose aún los últimos alfileres, y luego, gallardas en medio de su inquietud, se dirigen hacia el escenario. Pasa un actor, rígido, aparatoso, con una enorme nariz ciranesca y un bigote postizo. El recién llegado le interroga: ¿Tiene usted la bondad de decirme: el señor X...?

De este ser no me habló Pepe Guzmán. Y será capaz de decirme, cuando yo se le mencione a él, que es un saco de virtudes; y acaso tenga razón... ¿Cómo habrán podido amalgamarse dos naturalezas tan opuestas entre , como la del espectro y la de su marido, para formar un matrimonio ejemplar?... Porque yo vi señales de que aquél lo es.

He perdido, tía, y no tengo con qué pagar: mañana, día de San Juan, vence el plazo, a medio día... Usted dirá que por qué he jugado: ¡todo lo que usted pueda decirme, me lo repite mi conciencia a voces, a todas horas!

Tome Vd. asiento, y tenga la bondad de decirme en qué puedo servirle. Vengo, señorita, a tratar un asunto de la mayor importancia y al decir esto se sentó, algo cohibido por el aspecto de aquella habitación, que parecía impregnada de cierto encanto mujeril para él desconocido.

No; ahora que he salido no me volveré; voy a quedarme aquí afuera dijo Godfrey, cuando llegaron frente a la posada de Marner . Podéis venir a decirme si puedo servir para algo. En verdad, señor, que sois muy bueno; tenéis un corazón tierno dijo Dolly, dirigiéndose hacia la puerta. Godfrey estaba demasiado penosamente preocupado para sentir algún remordimiento por aquel elogio inmerecido.

No necesitas decirme nada, porque, como si hubiera estado yo escondidita detrás de una cortina, todo lo que hablasteis... ¿A que no me equivoco? Pues te dijo que lo que a me pasa es por mi maldita costumbre de no llevar cuentas. No hay quien le apee de esa necedad.

¡Ven, alma mía!... voy a preguntarte una cosa... ¡Ven, corazón mío! Tomó la cabeza de Marcelita entre sus manos y mirándola fijamente: Marcelita... vas a decirme... una cosa... ¿El qué papá? Titubeó algunos segundos; en seguida, bruscamente, sonriendo con amarga sonrisa: Quiero que me des otro beso... ahora anda... anda a jugar... nena mía... corre. Y Marcelita se fue corriendo.