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Toda la congregación de personas decentes y decorosas, que jamás hasta entonces se habían dejado ver con un solo cabello despeinado, se presentarían ahora con la cabellera y el vestido en el mayor desorden.

Y la vanidosa señora, para afirmarse en su resolución, buscaba ejemplos y recordaba lo que tantas veces había oído en las murmuraciones infames de las tertulias: los innumerables casos de señoras tan decentes como ella, bien consideradas por la sociedad, y que habían hecho sacrificios iguales para salvar el prestigio de sus casas.

Lo que yo quiero es que escojas como todas las doncellas católicas y decentes, sin disgustar á tus papás y desobedecer á tu director. eres de una familia cristiana y debes seguir sus costumbres.

Necesitábamos hacer varias visitas: «¡Un carruajedijimos; pero un coche es pesado; un cabriolé será más ligero: no bien lo habíamos dicho, ya estaba mi criado en casa de uno de los mejores alquiladores de esta corte, sobre todo, de esos que llevan dinero por los que llaman bombés decentes, donde encontró, efectivamente, uno sobrante y desocupado, que, para calcular cómo sería el maldecido, no se necesitaba saber más.

Inspirábanle gran respeto los dos jóvenes, hasta el punto de hacerle afirmar que don Isidro y doña Feli eran las únicas personas decentes que habitaban en las Cambroneras. Adelante, Pepe decía Maltrana cuando, cerrada la noche, sonaba un golpe en la puerta. Y Pepe se presentaba llevando en las manos un lápiz y un rústico talonario de papel de barbas.

Y si es verdad que hubo Reyes Magos que traían regalos a los niños, ¿por qué no ha de haber otros Reyes de ilusión, que vengan al socorro de los ancianos, de las personas honradas que no tienen más que una muda de camisa, y de las almas decentes que no se atreven a salir a la calle porque deben tanto más cuanto a tenderos y prestamistas?

Pero he aquí que después de haber sentado en principio que únicamente entre nuestra clase se encontraban esas delicadas ideas del honor y esa elevación de carácter y de sentimientos que son el fruto de una educación adecuada a nuestro destino social, han asaltado el edificio novelesco de las falsas virtudes del estado llano y las han reducido implacablemente a un simple espíritu de emulación, de la cual nosotros tenemos también el honor de ser el vehículo: disertación que, seguramente, no me hubiera sacado de una meditación completamente extraña a lo que allí se decía, ni a propósito de la inalienable bajeza de los parias de Europa y de la poca confianza que había que tener en las costumbres del pueblo, no hubieran citado... ¡Gran Dios, mi sangre hierve al sólo recordarlo!... Se trataba de esa joven educada con tanto cuidado a la vista de Eudoxia, que hubiera respondido ciegamente de su inocencia... ¡Se trataba de Adela!... A este nombre perdí los estribos y, con un tono de voz que denotaba más cólera que curiosidad, pregunté el crimen que había cometido. «Casi nada dijo Eudoxia , una de esas cosas para las cuales su filantropía sentimental de usted reserva seguramente toda su indulgencia; una de esas pasiones decentes y platónicas que producen tan buen efecto en los dramas y en las novelas; un noble y tierno afecto por algún palurdo de la aldea inmediata, al cual va a hacer todos los días inocentes visitas que acabarán Dios sabe cómo.

En sus compañías, que al llegar al colegio fueron de niños decentes, descendió poco a poco hasta el más bajo nivel, concluyendo por incorporarse a las turbas más compatibles con su fiereza y condición picaresca.

Se contaba que había entregado ya a la Amparo sumas enormes o las había puesto a su nombre en el Banco; que se enfurecía por livianos motivos y gritaba y gesticulaba como un demente, llegando sus arrebatos hasta maltratar de obra a los criados o dependientes; que comía vorazmente y sin medida, y que decía de su hija horrores inconcebibles, imposibles de repetir entre personas decentes.

Luego había aparecido Luisita, la llamada Chichí, que le contemplaba siempre con simpática curiosidad, como si quisiera enterarse bien de cómo es un hermano malo y adorable que aparta á las mujeres decentes del camino de la virtud y vive haciendo locuras.