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A ser ella interesada o de temperamento fácilmente inflamable, pronto hubiera sucumbido: su salvación estuvo, por entonces, en que ni la deslumbraba el brillo del oro, ni la imaginación se le exaltaba hasta poner en peligro su castidad; antes al contrario, aquella larga serie de acometidas bruscas, en que sin poesía ni delicadeza trataron de comprar barata su belleza, concluyó por darle asco.

Para una de estas noches concibió y dispuso Ruiloz su plan, ideado acaso con no muy sólido fundamento, por suponer al prójimo capaz de afectos más vehementes que los por él experimentados, pero que a juicio suyo había de darle plena certidumbre de los sentimientos de Julia.

Á fin de darle la triste noticia, fué á verle al colegio y quedó conmovido ante aquel rubillo que lloraba á lágrima viva, solo, enteramente solo ya, y sin otro apoyo que el de un extraño. Las palabras afectuosas que Fortunato no había encontrado para Clementina, acudieron á sus labios para Mauricio.

Al llegar al puerto, que es topográficamente malo, se comprende todo lo que ha influido la actividad industrial de los Catalanes para darle una importancia á que la naturaleza no lo llamaba.

Pero, antes de darle vista, aun nos detuvimos un poco en la Calle de la Rúa, digna por todo extremo de su renombre.

Creería que nos habíamos vuelto tontos rematados observó Jacinta riéndose con cierta melancolía. Estas simplezas no son para que las vea nadie... ¿Cierras los ojos? Duérmete, a... rorró... Eso es, quieres que me duerma para echar a correr a darle cuerda a esa maniática de Guillermina.

Terrible trance; tenía que decir algo y ni una idea remota le acudía para darle luz; no sabía absolutamente nada de lo que podía convenirle decir. ¿Cómo hablar sin preguntar antes? ¿Qué sabía don Víctor? esta era la cuestión... según lo que supiera, así él debía hablar... pero no, no era esto... había que comenzar por explicarse.

La opinión de estas señoras es muy respetable, pero no me parece suficiente para darle a usted el derecho de reclamar el sitio del modo perentorio que lo ha hecho. ¡Qué modo perentorio ni qué calabazas! exclamó el buen señor perdiendo la paciencia. Tristán, que ya la tenía perdida de antemano, replicó en el mismo tono. La disputa se fue haciendo cada vez más agria.

Al contrario, cuantos más esfuerzos hacía para adquirir aplomo y desembarazo delante de ella, mejor se mostraba la emoción que le embargaba. Al principio la hablaba con cierta serenidad, se autorizaba alguna bromita o frase ingeniosa; después esta serenidad se fué perdiendo, las bromas cesaron. No se podía acercar a ella sin turbarse, no podía darle la mano sin un leve temblor.

Este es el caso, Nieves: éste es el caso de importancia para . Niega ahora mis supuestos y llámame injusto, y, sobre todo, dime qué contestación he de dar yo a ese pobre muchacho. Si has de darle la que merece respondió Nieves con gesto despreciativo , no hay que calentar mucho la cabeza para discurrirla. A ver.