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Por el boquete podía descubrirse una vista espléndida; parecía un verdadero cuadro recortado por la roca, un cuadro inmenso abarcando todo el valle del Rin, y del otro lado, las montañas, que se perdían en la bruma. Respirábase un vientecillo fresco, y el fuego que danzaba en aquel nido de búhos era agradable de ver con sus tonos rojos, después que los ojos habían recorrido la extensión azulada.

El vapor, anclado en el puerto comercial, danzaba inquieto, tirando de sus amarras con lúgubre quejido. Todos los baques cercanos se movían igualmente, lo mismo que si estuviesen en alta mar. Tòni entró en la gran cámara, y al ver el rostro de su capitán adivinó que había llegado el momento de conocer la verdad.

La pobre sobrina de doña Pepa tendrá un buen susto... ¡Mira que venir de tan lejos, de sitios tan hermosos, para ver estas cosas!... Rafael pareció reflexionar un rato, como si acabara de ocurrírsele la proposición que danzaba en su cabeza desde mucho antes. Si fuéramos allá... ¿Qué te parece Cupido? ¡Ir allá!... ¿Y cómo?

Yo danzaba desnuda, con un velo transparente anudado á mis caderas y otro flotante sobre mi cabeza... Danzaba horas y horas, lo mismo que una sacerdotisa brahmánica ante la imagen del terrible Siva, y Ojo de la mañana seguía mis danzas con sus ondulaciones elegantes... Yo creo en el divino Siva. ¿Usted no conoce á Siva?... Ferragut dió de lado al sombrío dios.

Se vió en un remolcador que danzaba sobre las ondulaciones del mar, frente al muro negro é inmóvil del trasatlántico, acribillado de redondeles luminosos y con los balconajes de las cubiertas repletos de gente que saludaba agitando pañuelos.

Sobre la mesa veíanse, formando círculo, varias bandejas con pasteles de espuma, blancos en su base, destilando almíbar, dorados suavemente en sus dentelladas crestas, y entre los cuales asomaba la tarjeta del que enviaba el dulce recuerdo; dos grandes tortadas ostentando en su superficie de azúcar pulido como un espejo frutas confitadas en caprichosos grupos; y en el centro de la mesa el ramillete de casa Burriel, arquitectura de turrón, y merengue que afectaba la forma de un castillo surgiendo de un montón de flores y rematado por una bailarina que, montada sobre un alambre, danzaba temblorosa sobre la obra maestra de confitería.

Así habría sucedido sin duda, pues un sol de fuego caía a plomo sobre los campos, en los que danzaba macábricamente un temblequeante vaho de capas superpuestas entre las que todo se agitaba, desfigurándose con perfiles movibles y ridículos, pues tan pronto parecía que los álamos y los eucaliptus se encogían en contorsiones de dolor, como parecía que los ombúes se empinaban en espirales, o que las vacas multiplicaban repentinamente el número de sus patas, sus cabezas, o sus colas.

Cuando ganaba se permitía lujos desenfrenados, como ir al teatro de la Infantil y ver todas las funciones desde la primera a la última, convidarse a chuletas con tomate en cualquier taberna, ir a los bailes vespertinos de criadas y costureras, donde danzaba y hacía conquistas.

Para éste, el prisionero muerto en Alemania era el mismo joven que él había conocido en París antes de la guerra: el amante de la duquesa, que la seguía á todas partes y danzaba con ella en los té-tango. Además, Miguel sentía miedo á lo que pudiera añadir Castro, reflejando el pensamiento de «la Generala».