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Desesperado entonces de conseguir lo que se había propuesto, volvió los ojos a las damas de la corte; pero en la corte de aquella época las damas trataban de evitar a todo trance el ruido y el escándalo. Esto no quiere decir que hubiese menos intrigas que en otros tiempos, sino que se ocultaban mejor.

Al empezar el segundo se ha consumado ya el matrimonio; pero Luis de Ferrara no muda por esto de vida, sino que, como antes, se entretiene con otras damas. La bella y joven Casandra, despreciada de su esposo, consagra á su hijastro toda su ternura, afligiéndole su profunda tristeza, cuya causa ignora.

Pero, duquesa, ¿cómo tiene usted valor de presentarse sin diadema? exclamó S. M. en el colmo de la estupefacción. ¡Ah! ¡La diadema, es verdad! exclamaron a su vez todas las damas de la corte. Póngase usted la diadema inmediatamente prorrumpió con energía la augusta persona. Araceli se disculpó diciendo que estaba guardada en la caja de hierro de su papá, pero no le valieron excusas.

El cañoneo de París y los ataques de los gothas mantenían en Monte-Carlo á muchas damas elegantes que en otro tiempo hubiesen considerado perdido su honor al permanecer en esta ribera calurosa pasado el invierno. Faltaban sillas; gran parte del público estaba sentado en las balaustradas y las escalinatas.

Por primera vez la gran fecha de Francia era festejada en un buque alemán; y mientras los músicos seguían paseando por los diversos pisos una Marsellesa galopante, sudorosa y con el pelo suelto, los grupos matinales comentaban el suceso. «¡Qué finura! decían las damas sudamericanas . Estos alemanes no son tan ordinarios como parecen.

La segunda parte de la ciudad, separada del puerto, aparece luego pintoresca, alegre y agradable por la elegancia de sus casas, fondas y palacios, la hermosura de sus alamedas, el aseo exquisito de sus anchas calles macadamizadas, la gracia de sus jardines, el humo de sus altas chimeneas, sus azoteas de techos cubiertos de nieve, sus ricos é innumerables almacenes, las románticas torres de estilo gótico de sus templos, y el movimiento incesante de paseantes, de vendedoras de fruslerías, de hermosas damas y loretas, de coches, de carretas, de barateros, de muchachos gritando, y de cuanto puede hacer la animacion de una ciudad comercial.

Currita introdujo un fino cuchillo de marfil por debajo, y el recio papel, sin doblarse ni romperse, se despegó fácilmente. Venía dentro una de esas tarjetas cuadradas en que suelen escribir sus esquelas las damas elegantes, cortada de intento la esquina superior izquierda, en que sin duda debió de haber algún timbre o algún nombre.

En tanto que las damas del castillo esto pasaban con don Quijote, el cura y el barbero se despidieron de don Fernando y sus camaradas, y del capitán y de su hermano y todas aquellas contentas señoras, especialmente de Dorotea y Luscinda.

Daniel Suárez fue a sentarse, ¡el miserable!, al lado de Gloria, que le recibió con afectado regocijo. Villa y yo nos retiramos hacia la proa; pero al instante fuimos llamados por las damas, que se apresuraron a dejarnos sitio. Villa, aquí tiene usted asiento dijo Isabel, con sonrisa dulce y como avergonzada, señalándole un puesto a su lado. El comandante vaciló un momento, pero fue a ocuparlo.

Decíase entre las damas piadosas, y esto llegaba a sus oídos, que, si era cierto que tenía palabra más fácil que el joven excusador, la mayor parte de las veces «no había sustancia en lo que decía,» y que éste le aventajaba mucho en peso, en razón natural y en instrucción.