United States or Kiribati ? Vote for the TOP Country of the Week !


Allá en el Vivero los convidados habían puesto a mal tiempo buena cara, y mientras en el palacio viejo los curas rurales, el Marqués, y algunos otros señores de Vetusta jugaban al tresillo a primera hora y más tarde al monte, que llamaba el clero del campo la santina, en la casa nueva todas las damas y los caballeros que habían querido correr por los prados en la romería, procuraban divertirse como podían y se bailaba, se tocaba el piano, se cantaba y se jugaba al escondite por toda la casa.

Al pisar su primer recinto, entrando por la escalera de Damas, un cancerbero con sombrero de tres picos, después de tomarnos la filiación, indiconos el camino que habíamos de seguir para dar con la casa de nuestro amigo. «Tuercen ustedes a la izquierda, después a la derecha... Hay una escalerita. Después se baja otra vez... Número 67».

Y como Fernando, ganoso de que la conversación no recayese sobre él, insistió por conocer los detalles de la fiesta, Maltrana fue hablando con cierta reserva. Nada; una reunión culta, muy decente. Hasta tuvimos nuestras damas, lo más distinguido, lo más chic.

A saber cuándo llegaremos a Montevideo. Separáronse los tres, como si experimentasen la necesidad de hablar con otras personas después del mucho tiempo que llevaban juntos. El doctor se fue en busca de las damas de su familia, para contarles lo que había visto. Ojeda siguió adelante por la cubierta, en silencioso paseo.

-Aquí las he -respondió la dueña- con este buen hombre, que me ha pedido encarecidamente que vaya a poner en la caballeriza a un asno suyo que está a la puerta del castillo, trayéndome por ejemplo que así lo hicieron no dónde, que unas damas curaron a un tal Lanzarote, y unas dueñas a su rocino, y, sobre todo, por buen término me ha llamado vieja.

Eran amistades de una época remota, de seis meses antes; damas que le habían admirado y perseguido, confiándose á su sabiduría de maestro para atravesar los siete círculos de la ciencia del tango.

Por ahí se va a la vida y a la libertad de las planicies soleadas, al bullicio de las ciudades, a las damas elegantes y a los hombres bien vestidos, a la conversación culta y amena, a los salones alfombrados, al libro, al teatro, al periódico, al Casino, al Ateneo... ¡mientras que por aquí!...

Había ciertas señales: la ojera, que ella tenía muy pronunciada, los ojitos un poco entornados, los labios secos... y otras, y otras. El jefe de inválidos volvió a deslizarse. D.ª Eloisa estaba en brasas, y otra vez le llamó al orden con voz angustiosa. Sucedía esto muy a menudo. D. Martín gozaba lo indecible colóreando las mejillas de las damas con sus frases atrevidas.

Al cabo, las damas fueron sentándose en sus respectivos sitios, y los galanes se replegaron de nuevo hacia las puertas, limpiándose el sudor con el pañuelo.

En el medio ella y su marido, uno frente a otro; a la derecha e izquierda de Osorio los dos puestos de honor para dos damas: a la derecha e izquierda de ellas dos puestos para dos caballeros, y así sucesivamente según la categoría, la edad o la afección particular que sentía por sus invitados. Habló algunos minutos con el maître d'hôtel. Después de dar las últimas disposiciones se fué.