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El otro por toda respuesta dió una vuelta á la manivela del motor, que empezó á roncar. Todos los días no se daba una batalla en las inmediaciones de París. Sus clientes podían esperarle. Y Desnoyers, dentro del vehículo, vió pasar por las portezuelas este campo de horrores en huída vertiginosa, para disolverse á sus espaldas. Rodaba hacia la vida humana... volvía á la civilización.

Al Coronel de tudescos hirieron de un arcabuzazo en la cabeza en el caballero de la Cerda, de que murió dende á pocos días. Pesó á todas naciones la muerte deste Coronel, que era muy valiente y muy bien quisto. Tomó D. Alvaro la Coronelía para y puso un Teniente en ella.

Todos, aunque seamos optimistas, tenemos ratos, y días y semanas de mal humor, de tristeza y de abatimiento. Así estaba yo, poco ha, cuando escribía á un amigo diplomático extranjero, á quien quiero mucho, una melancólica carta.

¡Dorotea! por cierto. Como don Juan es joven y hermoso, con esa hermosura que deslumbra á las mujeres... No le conozco. ¡Oh! pues es un mancebo hermosísimo; ya ves: cuando en tres días ha llegado á ser marido de doña Clara Soldevilla, á quien todos, menos yo, creían de nieve, y ha enamorado á Dorotea, que no había amado nunca...

En aquellos días de aventuras y pilladas y esparcimiento, cualquiera que hubiese tenido interés en seguir los pasos de este desgraciado chicuelo le habría visto encaramándose en la verja de la puerta principal de la Plaza de Toros para alcanzar a ver algo del ensayo de la mojiganga, o bien jugando en los tejares adyacentes, o en el río entre las lavanderas.

Al dársele, díjole el sacerdote con sentenciosa convicción: Le abrirás «a bulto» y leerás todos los días los renglones que la Providencia te ponga delante de los ojos...: esa es la fija...; así Dios te adivinará las necesidades diarias de tu vida y te dará paz y consuelo.

Estos quince días obligatorios para los que satisfacen cédula de 9.ª clase, son irredimibles, concediéndose la redención solo de hombre por hombre, y pagando una multa de medio peso, en el papel al efecto creado, por día de inasistencia.

Si él se propasaba, estaba segura de resistir y hasta valor sentía para echarle en cara su crimen, su bajeza y arrojarle de casa». Pasaron días y Ana cada vez estaba más tranquila. «No, no se propasaba; no hacía más que admirarla, amarla en silencio.

Era preciso vivir; no tenía fortuna y era preciso buscar el pan de todos los días. Un hombre de inteligencia suficiente para haber abrazado cualquiera de esas profesiones, que si no francamente lucrativas, permiten por lo menos vivir con comodidad, no se podía ocupar de ninguna de ellas. Teniendo título de Abogado, no le fue dable ejercer la profesión.

Durante varios días su caballo fue galopando sobre el fondo del mar, con gran asombro de merluzas y salmonetes, y cuando llegaron a Iria Flavia, caballo y caballero estaban cubiertos de vieiras.