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También la hay muy frecuente sobre que algunos curas quieran tener ocupados todo el día a los sacristanes y acólitos en su beneficio.

Si se ha de juzgar del estado de industria de Moxos, por lo que aun queda de ella á pesar de los atrasos debidos á la ignorancia y á la negligencia de los curas y administradores que se han sucedido desde la expulsion de los Jesuitas, se que á mediados del siglo anterior, no debió quedarse muy atras en sus progresos esta provincia entre los demas pueblos hispano-americanos.

Creía ella que los curas de mucho saber y virtud debían de conocerse en el poco uso que hacían del agua y jabón, y también en que su alimento no podía ser sino yerbas cocidas y sin sal.

Las pobrecillas no cosen más que á sacristanes y curas de aldea¡ y cosen mal. Ellas quieren darse tono, y dicen que cosen á la catedral de Segovia; pero es mentira. No las crean ustedes. Y él, ¿entró por ese cuarto? : es un militar, alto, buen mozo. ¡Jesús, qué horror! Yo no puedo oír esto exclamó Salomé, estirándose, con muestras de un segundo ataque.

Esta costumbre, que se trata de estirpar, obliga entre tanto á los curas á unir en la mas tierna edad á los jóvenes, con el objecto de cohonestar en cierto modo la conducta de estos y la de sus deudos; por lo que se ven niñas de ocho años formalamente casadas con mancebos de doce.

Don Álvaro, que sabía presentarse como un personaje de novela sentimental e idealista, cuando lo exigían las circunstancias, era en lo que llamaba El Lábaro el santuario de la conciencia, un cínico sistemático. En general envidiaba a los curas con quienes confesaban sus queridas y los temía.

Los entierros de adultos y párvulos hacen los curas de mañana, después de acabada la misa, o a la tarde, antes o después del rosario, para que asista la música y toda o la mayor parte de la gente del pueblo.

En dos o tres funciones a que asistió, figurósele que los curas le hablaban con acento hostil, que el arcipreste le examinaba frunciendo el entrecejo, y que únicamente don Eugenio le manifestaba la acostumbrada cordialidad.

Déjese usted de alquitranes y de potingues. Ni curas ni boticarios me sacarían un cuarto. Que coman yerba..., ¡hala! Y a ustedes los médicos, si yo arreglara el mundo, los pondría a que me barrieran las calles, a que me desecaran los pantanos, a que me desinfectaran las alcantarillas... Ahí es donde están las enfermedades.

De los 12.000 pesos que deben invertirse en sínodos de curas, pudieran separarse, en primer lugar, 1.500 pesos para los dos vicarios, señalando al de los pueblos de Buenos Aires 850, y al del Paraguay 650.