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Tampoco existe salivacion, ni el menor aflujo de saliva, lo cual está en armonía con el estado de tension y de eretismo que se observa en los enfermos curados por el ambar, ni del mismo modo se presenta tumefaccion sensible en las amígdalas y garganta, á pesar de algunos síntomas de angina.

Hizo retirar á toda la guardia que tenía en el foso y metella dentro el fuerte, dejando guardia ordinaria de día y de noche en el dicho foso y en la gruta donde se sacaba alguna poca de agua, y de esto estaban muy desdeñados y con gran pesar todos, porque encomenzaban á pasarlo mal de sed y enfermaban muchos y se morían, y los heridos no podían ser bien curados, de manera que cada día venían á faltar y á ser menos, y los turcos se aumentaban y se acercaban más al fuerte con sus trincheras, mudando la artillería en más partes; y por hacer más daño dentro el fuerte, como cada hora se hacía, comenzaron á hacer ciertos garitones á modo de plataformas, tan altos como los caballeros del fuerte, y aun algo más levantados, donde ponían escopeteros que mataron muchas gentes dentro, porque descubrían á los que estaban en el fuerte hasta los pies, y estaban tan cerca que la artillería no les podía hacer daño.

No, Baldomero, déjelos que se vayan respondió Melchor continuando en la tarea de vestirse, con la más extraordinaria tranquilidad de espíritu, ya no tienen nada que hacer aquí... vinieron a curarse... ya están curados... ahora se van... nada más lógico... vinieron enfermos y se van «sanitos»... vinieron descreídos... y usted les ha oído hablar de Dios contemplando las noches estrelladas, ¿se acuerda?... vinieron enfermos de cuerpo y alma... y se vuelven sanos... fuertes... con fe... ¡con todo!... sólo dejan aquí... lo que ya no sirve... lo que ya no necesitan... ¡al amigo de «antes»!... ¡déjelos que se vayan!... ¡así son todos! ¡todos!... ¡todos!... ¡igualitos!...

16 Judas, hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que también fue el traidor. 17 Y descendió con ellos, y se paró en un lugar llano, en compañía de sus discípulos, y una grande multitud de pueblo de toda Judea y de Jerusalén, y de la costa de Tiro y de Sidón, que habían venido a oírle, y para ser sanados de sus enfermedades; 18 y los que eran atormentados de espíritus inmundos eran curados.

Era tan estupendo aquello, que Fermín, después de haber presenciado el hecho, comenzaba a dudar, con el transcurso del tiempo, de que fuese cierto. Bien es verdad que después, el mismo don Pablo pagó con largueza el viaje a los enfermos para que fuesen curados por un médico célebre.

Su vista fué para él lo que la sombra para el peregrino cansado, lo que la fuente para el sediento, lo que la luz para el ciego. Y ebrio de placer, y de amor, y de alegría, y de esperanza, abrazó á doña Clara y la besó en la boca. Quevedo miraba aquello con una triste gravedad. ¡El alma de los jóvenes! dijo ; ¡humo que agita el viento en el cielo de la esperanza! Helos curados á los dos.

Vayan sólo a los bufos, si tan malos son, los hombres curados de espanto, y aquellas mujeres, que no faltan, curtidas ya en todo género de malicias, o bien las que son tan inocentes, que, si alguna malicia llegan a oír, no aciertan a entenderla.

Su función consiste siempre en alarmar las conciencias con terrores imaginarios para venderles a precio de oro y de salud, la tranquilidad que el racionalismo da gratis y completa, sobre un campo de acción que para éste se ensancha y para aquélla se restringe, día por día, en cantidad y en calidad, pues con el procedimiento de los teólogos cristianos para la curación de la perversidad en los hombres por el terror del infierno viene sucediendo lo que aconteció con la curación de los heridos en las batallas por el aceite hirviendo: que la primera vez que faltó medicamento para la mitad de los enfermos, los cirujanos pudieron constatar, perplejos, que los no curados sanaron más pronto.

16 Y aun de las ciudades vecinas concurría multitud a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; los cuales todos eran curados. 18 y echaron mano a los apóstoles, y los pusieron en la cárcel pública. 19 Mas el ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel, y sacándolos, dijo: 20 Id, y estando en el Templo, hablad al pueblo todas las palabras de esta vida.

Y bien se conocían, sin que él los ponderara, los chamuscones que se había dado, porque apestaba desde lejos a humo de cocina, y tenía la piel como los chorizos curados y hasta con hollín. Mari Pepa no veía motivos para tantas ponderaciones: aquel temporal había sido como otros muchos que habían pasado y que pasarían.