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A que se agrega que, si sólo el que se nombra cura es el obligado a cumplir las cargas del curato, y el compañero a lo que el cura le encargare, la certificación de éste debía darla el cura, y la del cura el cabildo, según resulta la asistencia que lograba el pueblo; pero no es así, porque a cada religioso separadamente se le da su certificación, sin que el cura pueda quitar ni poner en la que dan a su compañero.

Sólo al caer tras el cura el pesado cortinón que cubría la puerta de la lujosa sala, se sobrepuso la dama a la sorpresa que le causó tamaño arranque de honrado fanatismo. ¡Bah! Es un puritano inútil. Otro lo hará...

No lo sufriría doña Inés; y el cura y el cacique, la Iglesia y el Estado, lo temporal y lo eterno, caerían sobre nosotros y nos aplastarían. Nos echarían del lugar a patadas.

El extranjero, Martín y Bautista corrieron y se reunieron con las dos mujeres y con Joshé Cracasch. La ventaja que tenían era grande, pero las mujeres corrían poco; en cambio, la gente del cura en cuatro saltos se plantaría junto a ellos. ¡Vamos! ¡Animo! decía Martín . En una hora llegamos. No puedo gemía la señora . No puedo andar más.

¿Pero tanto vale esta dama? ¡Oh! ¡Oh! Decir ¡oh! vale tanto como si dijéseis: esa dama es para un acertijo. ¿Creéis que estoy enamorado? ¡Ayúdeos Dios, si vuestro mal no tiene cura! ¿Y sabéis que tarda don Rodrigo? ¿Qué tenéis que hacer? Mucho: por ejemplo, me urge ver á vuestro tío el cocinero de su majestad. Pues no podéis verlo esta noche. ¿Cómo? Va de viaje.

El cura se hizo cargo entonces de la presencia de nuestro héroe, y exclamó dirigiéndole una mirada y una sonrisa ambiguas: ¡Calle! ¿También el señorito Octavio está por aquí? El señorito Octavio es muy fino. ¿Y cómo siguen sus señores padres, señorito? Muy bien, señor cura, ¿y usted cómo sigue? ¿Cómo quiere usted que siga un cura en estos tiempos, señorito?

A ese andar, la tienda y los haberes del marido se evaporaron en menos de lo que se persigna un cura loco, y con la pobreza estalló la guerra civil en esa república práctica que se llama matrimonio. Los cónyuges andaban siempre a pícame Pedro que picarte quiero. Por quítame allá esta paja se tiraban los cacharros a la cabeza, a riesgo de descalabrarse, y no quedaba silla con palo sano.

Su accion empieza por la escitabilidad de los nervios de la vida orgánica, y produce una estremada susceptibilidad del estómago, palpitaciones en el abdómen, cierta agitacion y convulsiones musculares; de suerte que las dispepsias, que cura mejor, son las precedidas de esta sensibilidad de los órganos de la digestion, y en particular del estómago.

Francisco I era un perdido exclamó el cura exasperado, y ese Buckingham, a quien quieres tanto, era otro. Cada cual tiene su carácter respondíle, y no por qué se les haría un crimen porque amaran a varias mujeres. La reina Claudia y la señora de Buckingham, pareceríanse sin duda a mi tía.

Levantámonos todos, dio gracias el Cura, respondímosle cumplida y devotamente, y se fue con don Pedro Nolasco, no sin haberme hecho volver a ver las estrellas con los apretones de manos que me dieron por despedida.