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Hemos estado en la misma Peña Mayor; pero antes de llegar allá necesitamos atravesar bosques espesos de hayas, donde se deja en pedazos la ropa y hasta la piel, senderos labrados en la roca sobre negros abismos, donde un tropezón cuesta la vida, y puentes rústicos, formados á veces de un solo tronco de árbol, que por maravilla no se va uno cien veces al torrente.

No alcanzan perezosos honrados triunfos ni vitoria alguna, ni pueden ser dichosos los que, no contrastando a la fortuna, entregan, desvalidos, al ocio blando todos los sentidos. Que amor sus glorias venda caras, es gran razón, y es trato justo, pues no hay más rica prenda que la que se quilata por su gusto; y es cosa manifiesta que no es de estima lo que poco cuesta.

Pero si en vez de decir no, dice usted por ahora no, aunque usted quiera decir lo mismo, si habla usted sobre todo con un tonto, como suele suceder, ha dicho usted una gran cosa. ¿Y qué cuesta decir dos palabras más? Convencidos hombres muy ilustrados de esta verdad, ¿cómo pudieran no usarlas continuamente?

Una caña acueducto. El camarín de Alaminos. Cuatrocientas dalagas á caballo. Tubiganes. Garzas blancas. Cuesta y puente de las Despedidas. Bulliciosa cabalgata. Cocales. El puente de la Ese. Vista de Tayabas. El kilómetro 146.

CUESTA. Lo más delicado será que lo entienda sin decírmelo, y que acepte mi protección sin darme las gracias. Juntos van el deber mío y el derecho de usted.

Ayer tarde, por no ir más lejos, presencié el regreso de los rebaños a una masía situada al pie de la cuesta, y les juro que no cambiaría ese espectáculo por todos los estrenos que hayan tenido ustedes en esta semana en París. Y si no, juzguen. Sabrán que en Provenza se acostumbra enviar el ganado a los Alpes cuando llegan los calores.

MÁXIMO. Verdades que han de serle muy útiles... Que aprenda por misma lo mucho que aún ignora; que abra bien sus ojitos y los extienda por la vida humana, para que vea que no es todo alegrías, que hay también deberes, tristezas, sacrificios... ELECTRA. ¡Jesús, qué miedo! CUESTA. Conviene no estimular con el aplauso sus travesuras. DON URBANO. Y mostrarle un poquito de severidad.

Tiene treinta y cuatro leguas de extensión; pero ¡cuántas fatigas cuesta su travesía! Es una sucesión continua de bajíos, que cambian constantemente de posición a causa de las corrientes.

Isidora no dijo nada, y recobrándose marchó hacia la puerta. Abierta con trémula mano la trampilla, salió andando aprisa, cuesta arriba, en busca de la ronda de Embajadores, que debía conducirla a país civilizado. Temía que la vieja iría detrás injuriándola, y no se equivocó.

Ulises la dió el brazo y empezaron á avanzar en la sombra impulsados insensiblemente en su marcha por la facilidad de ir cuesta abajo. Freya sabía lo que representaba este viaje. A los primeros pasos se lo avisó el marino con un beso en el cuello.