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Lo veremos...¿Pero os vais? , es ya tarde y voy á palacio. No quiero deteneros, señor; ¿pero volveréis? , esta tarde; si para cuando yo llegue ha venido don Francisco, cuento con que me le tendréis entretenido. Se me ocurre una idea: comed hoy conmigo; os trataré bien, y sobre todo, Quevedo comerá con nosotros. Convengo en ello; comeremos juntos los tres, pero por ahora, adiós.

El efecto que produce el cuento es exagerar los peligros y al propio tiempo los beneficios de la gran lotería de los viajes, desanimando de paso el trabajo sedentario.

Mi historia, os la referiré en pocas palabras, y si os la cuento así desde el primer día, es para que tengáis la bondad de repetirla a todos los que os hablen de ... Pasaré una parte de mi vida en esta aldea, y deseo que sepan de dónde vengo y quién soy. Principio, pues. Pobre, , lo he sido, y muy pobre; hará de esto ocho años... Acababa de morir mi padre, siguiendo de muy cerca a mi madre.

Los de los censores me hacen el mismo efecto que le hacían al portugués los del casteçao. El cuento es harto sabido para repetirlo. Esto sería no escribir para nadie.

Fraccionóse, pues, el círculo en secciones; y en una se contaba el cuento de Juan del Oso, en la otra se criticaba, en ésta se cantaba y en aquélla se hablaba de la cosecha, sin que faltasen manotazos ó coscorrones por aquí y por allá, pues aquellos mozos también eran de carne y hueso, y no siempre, buscando una panoja oculta entre las hojas apiladas, topaban con ella al momento y sin tropezar antes con tal cual pantorrilla extraviada, cuya dueña, aunque con la risa en los labios, protestaba con el puño cerrado contra la equivocación.

-Por amor de Dios, señor mío, que no vea yo en cueros a vuestra merced, que me dará mucha lástima y no podré dejar de llorar; y tengo tal la cabeza, del llanto que anoche hice por el rucio, que no estoy para meterme en nuevos lloros; y si es que vuestra merced gusta de que yo vea algunas locuras, hágalas vestido, breves y las que le vinieren más a cuento.

El ministerial, para concluir, es ser que dará chasco a cualquiera, ni más ni menos que su amo. Todas las esperanzas anteriores, sus antecedentes todos se estrellan al llegar al sillón; a cuyo propósito quiero contar un cuento a mis lectores.

77 Daban entonces las armas pa defender los cantones, que eran lanzas y latones con ataduras de tiento... las de juego no las cuento porque no había municiones. 78 Y un sargento chamuscao me contó que las tenían pero que ellos la vendían para cazar avestruces; y así andaban noche y día dele bala a los ñanduces.

Tanto repetía el consejo, que el ecónomo del hospital de San Andrés pensó que aquello no era hijo del delirio, sino grito de la conciencia, y fuése al alcalde del barrio con el cuento. Este hurgó lo suficiente para sacar en claro que Mañuco el Parlampán había sido pájaro de cuenta, y tan diestro en el manejo de la ganzúa que con él no había chapa segura, siquiera tuviese cien pestillos.

El "cuento de costumbres" llegó a ser su especialidad, en lo que tuvo muchos imitadores, sin ser igualado.