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A un extremo, ante una mesita cubierta de expedientes y cartas, escribía con pluma de ganso y tintero de loza, un clérigo flaco y apergaminado, como si viviera en perpetua cuaresma. Y, finalmente, de una percha pendían varios manteos, raídos y apolillados unos, de nuevo y luciente paño otros. En aquella estancia dejaron solo a Lázaro.

Un hombre, con toda la barba, pero sin bigote, de levita y sombrero alto, grave y solemne, apareció en la cubierta del yate, con un diario en la mano. Es el último número del New York Herald que han tomado antes de partir, para obsequiar al capitán. La llegada del práctico es siempre un acontecimiento a bordo; parece tener un aire de ciudad, cierto aspecto de tierra que alegra el espíritu.

Pero quince minutos después me paseaba libre y sereno sobre la cubierta de popa, fumando y riendo, y luego, en asocio de un amigo y compatriota, hacia saltar el corcho de una botella de champaña para beber por la patria, diciéndome interiormente: «El hombre es el rey de la tierra, porque su fuerza es el espíritu y su cetro la voluntadEL OC

La cubierta de paja de la barraca apareció de pronto enderezada; las costillas de la techumbre, carcomidas por las lluvias, fueron reforzadas unas y sustituídas otras; una capa de paja nueva cubrió los dos planos pendientes del exterior.

No fue con mala intención... Las damas, que no entendían palabra y sólo sabían beber y sonreír, se dignaban tomar el brazo de un amigo para dar un paseo misterioso y poético por la última cubierta o por los pasillos de los camarotes, volviendo algo después para aceptar nuevas invitaciones... Le digo que fue una fiesta honrada y distinguida. Ojeda sonrió incrédulamente.

Con el propósito firme de subirme a él cuando el casco acabara de hundirse, miré aquel árbol orgulloso en que flotaban trozos de cabos y harapos de velas, y que resistía, coloso desgreñado por la desesperación, pidiendo al cielo misericordia. Marcial se dejó caer en la cubierta, y luego dijo: «Ya no hay esperanza, Gabrielillo. Ni ellos querrán volver, ni la mar les dejaría si lo intentaran.

En vez de enfadarse, como temía Ramón, su madre se lo prometió, después de abrazarlo. Compraron así al día siguiente un hermoso ramo de rosas blancas en el mercado y lo llevaron al cementerio. El guardián les indicó la tumba de Lita. Ya estaba cubierta de otras flores frescas, flores finas y raras.

Cuando me encontré con Allen sobre cubierta, los dos vestidos de pontoneros, nos miramos atentamente y nos dimos la mano. Juramos no separarnos jamás. Allí tenía uno que vivir diez años. ¡Una vida!

En la sala de Aguirre, en el arca, se guardaba, entre otras cosas viejas y respetables, un tomo manuscrito, en folio, muy voluminoso. En la cubierta, de pergamino, decía, con letras ya desteñidas y rojizas: «Historia de la familia de Aguirre».

Una estera de esparto, algunas sillas, una mesa sobre la que ardía una lamparilla delante de una Virgen de los Dolores, pintada al óleo, y algunas estampas en marcos negros sobre las paredes blancas, componían todo el menaje de aquella habitación. Al fondo había una puerta cubierta con una cortina blanca.