United States or Marshall Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


Usted es demasiado buena, y no comprende estas cosas. Usted no conoce el mundo. Usted no conoce cuanta iniquidad, cuanta perfidia, cuánto desengaño, cuánto cinismo hay en él. Usted no conoce más que lo bueno, no conoce más que á Dios. Esa desesperación que usted manifiesta, Lázaro, no es nada buena. Eso le llevará á usted al infortunio y á la muerte.

Adiós; que haya salud... ¡Ah!, me olvidaba: cuidado con los tiestos de la ventana. Como yo vea rezumos de agua, la echo a usted; cuente que la echo... ¡María Santísima, y cuánta planta tiene usted aquí! Es un jardín... Me parece mucho peso... ¡Qué vistas tan hermosas! Mal año ha sido este para los puestos de Navidad. Están los pobres vendedores que trinan.

¡Vaya prorrumpió la tía María si tiene que ver cuánta chilindrina ha aprendido mi hijo mientras sirvió al rey! Pero hablando de otra cosa, no nos ha dicho usted, señor comandante, cómo está Marisaladilla. Mal, muy mal, tía María, desmejorándose por días. Lástima me da de ver al pobre padre, que está pasadito de pena.

¡Cuánta ternura brilló en sus ojos, mirando a Miquis, que la devoraba con los suyos! «Lo que es a ... no me han de imponer un marido que no sea de mi gusto, aunque esté más alto que el sol. ¡Bendita sea tu boca! exclamó Augusto, apoderándose de las dos manos de ella . ¡Ay!, prenda, ¡qué frías tienes las manos! ¡Y las tuyas, qué calientes!».

Allí quedaba, silencioso, tranquilo, el que había sido su paraíso en la tierra. Jamás, jamás volvería a entrar en él. ¡Cuánta felicidad deshecha en un instante! Tomó la maleta que había dejado caer al suelo y emprendió de nuevo la carrera. Los sollozos le rompían el pecho, las lágrimas le cegaban. Así marchaba aquel hombre al través de la noche desierta en busca de Dios.

¡Cuánta cara foránea, ahorcada por cuellos anticuados, encorbatada de raso tórtola, bizantinamente enfracada, con pantalón en forma de caño y botines de brasileño guarango!

A mi ver, cuanta alabanza se quiera dar á la cultura muslímica española, es alabanza que se da á los españoles mahometanos, y no á moros ni á árabes que viniesen de fuera trayéndonos ciencias, artes ó industrias que aquí no existiesen ó que aquí no tuviesen origen.

Hoy que llevo algunos años en Filipinas y que he pasado muchísimos días estudiándolo, comprendo cuánta razón tenía mi amigo. Entiéndase, que tanto aquel como yo, nos referimos al indio de campo, no al ilustrado de las ciudades. Para que no haya duda, voy á describir el tipo tomado del natural.

La sabiduría se agostaba pronto en esta familia de marinos y guerreros, como planta que surge por equivocación en un clima adverso. Preocupado por sus pensamientos de la noche anterior y por el próximo viaje a Valldemosa, Jaime se detuvo en el recibimiento contemplando los retratos de sus ascendientes. ¡Cuánta gloria... y cuánto polvo!

Quedaron solos el enfermo y el confesor. De Pas se acordó de su madre, de los Jesuitas, de Barinaga, de Glocester, de Mesía, de Foja, del Obispo, y aunque con repugnancia se decidió a sacar todo el partido posible de aquella conversión que se le venía a las manos. En un solo día ¡cuánta felicidad!