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, señor, ¿te sorprende? pues lo mismito quedé yo; estaba entretenido, en la acera de enfrente, en ver sacar los muebles de mi señor hermano, y a cada uno que echaban al carro, lo saludaba, diciendo: ¡toma, pillo! ¡toma, ladrón! cuando ¡cataplum! la señora Casilda que llega y se para a la puerta, con el aire de quien vacila, diciendo: ¿Entro o no entro?

Esta mañana dijo me contásteis una historia muy triste. Margarita, cuando estaba más loca, llamaba á su hermano Luis... vos os llamáis Luis, padre Aliaga; hace muchos años que pasó esto, y entonces debíais ser muy joven; ¿sois vos, acaso, el Luis que recordaba Margarita? Me habéis dicho que la hija de esa desdichada se parece mucho á su madre; cuando la vea podré deciros... ¿Queréis verla?

Cuando D. José la vio salir y entrar en la carretela de aquel ente que le llamaba Pepillo, cuando la vio partir... ¡Oh, qué horrores alumbra el desvergonzado sol, esa cínica lumbrera que no sabe llenar de tinieblas la tierra cuando se consumen hechos tan contrarios a las hermosas leyes del bien!

Ella, , es amable, es un modelo de dulzura; pero su amabilidad es la afectada mansedumbre del león, que hace sentir de vez en cuando el peso de sus garras; es pura compasión que nos dispensa. Pasemos de la aristocracia de la belleza a la de la cuna. ¡Qué amable es el señor marqués, qué despreocupado, qué llano! Vedle con el sombrero en la mano, sobre todo para sus inferiores.

Vuestra majestad puede disponer de como quiera, y siempre honrándome contestó inclinándose la de Lemos. Y luego continuó: Salía yo, pues, del cuarto de vuestra majestad, cuando encontré de repente junto á mi á don Francisco de Quevedo.

Sólo de vez en cuando Magdalena hacía recordar a Amaury, tocándole en el codo, que estaban en presencia de su padre.

Te lo diré cuando contestes á varias preguntas: ¿Adonde vamos, ó mejor dicho, adonde piensas que vayamos? Vamos dijo mi amigo con todo el entusiasmo de un touriste de pura raza á la cuna del abacá, á la tierra de los volcanes, á dormir dos noches á la falda del Mayon, á pisar la boca de su cráter, á ser posible; á Albay, en fin. ¿Quién manda el vapor? Pues presumo no pensarás en barco de vela.

Si nuestra casa era visitada por alguna enfermedad, Angustias se hallaba siempre a la cabecera de la cama, y cuando se trataba de enjugar lágrimas, consecuencia de alguna travesura de chiquillos, su palabra cariñosa nos proporcionaba pronto consuelo. Pero la ciencia de la bondadosa niñera era más patente cuando estábamos contentos.

, ya lo , los ricos tienen siempre razón... Cuando abren la boca se les cree por su sola palabra; pero cuando una pobretona como yo quiere decir la verdad, se le cierra el pico diciendo que es una mentirosa... La miseria es la miseria, no hay remedio... Francisco sacó de su bolsillo una moneda de oro y la dejó caer precipitadamente en la mano de la Fleurota.

El cambio de ministerio le sorprendió cuando aún no la había terminado: no si entraron los radicales, o los conservadores, o los constitucionales; pero entraron algunos nuevos. Juan no lo supo sino tarde y con daño.